20090827

Cuento Corto de Julio Cortazar


Continuidad de los parquesFinal de juego
EDITORIAL ALFAGUARA

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos.
Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte.
Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores.
A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

20090819

REFLEXIONES DEL COMPAÑERO FIDEL


Las bases yankis y la soberanía latinoamericana
(Tomado de Cubadebate)

El concepto de nación surgió de la suma de elementos comunes como la historia, lenguaje, cultura, costumbres, leyes, instituciones y otros elementos relacionados con la vida material y espiritual de las comunidades humanas.

Los pueblos de la América, por cuya libertad Bolívar realizó las grandes hazañas que lo convirtieron en El Libertador de pueblos, fueron llamados por él a crear, como dijo: “la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”.

Antonio José de Sucre libró en Ayacucho la última batalla contra el imperio que había convertido gran parte de este continente en propiedad real de la corona de España durante más de 300 años.

Es la misma América que decenas de años más tarde, y cuando ya había sido cercenada en parte por el naciente imperio yanki, Martí llamó Nuestra América.

Hay que recordar una vez más que, antes de caer en combate por la independencia de Cuba, último bastión de la colonia española en América, el 19 de mayo de 1895, horas antes de su muerte, José Martí escribió proféticamente que todo lo que había hecho y haría era para “…impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

En Estados Unidos, donde las 13 colonias recién liberadas no tardaron en extenderse desordenadamente hacia el Oeste en busca de tierra y oro, exterminando indígenas hasta que arribaron a las costas del Pacífico, competían los Estados agrícolas esclavistas del Sur con los Estados industriales del Norte que explotaban el trabajo asalariado, tratando de crear otros Estados para defender sus intereses económicos.

En 1848 arrebataron a México más del 50 por ciento de su territorio, en una guerra de conquista contra el país, militarmente débil, que los llevó a ocupar la capital e imponerle humillantes condiciones de paz. En el territorio arrebatado estaban las grandes reservas de petróleo y gas que más tarde suministrarían a Estados Unidos durante más de un siglo y lo siguen en parte suministrando.

El filibustero yanki William Walker, estimulado por “el destino manifiesto” que proclamó su país, desembarcó en Nicaragua en el año 1855 y se autoproclamó Presidente, hasta que fue expulsado por los nicaragüenses y otros patriotas centroamericanos en 1856.

Nuestro Héroe Nacional vio cómo el destino de los países latinoamericanos era destrozado por el naciente imperio de Estados Unidos.

Después de la muerte en combate de Martí se produjo la intervención militar en Cuba, cuando ya el ejército español estaba derrotado.

La Enmienda Platt, que concedía al poderoso país derecho a intervenir en la Isla, fue impuesta a Cuba.

La ocupación de Puerto Rico, que ha durado ya 111 años y hoy constituye el llamado “Estado Libre Asociado”, que no es Estado ni es libre, fue otra de las consecuencias de aquella intervención.

Las peores cosas para América Latina estaban por venir, confirmando las geniales premoniciones de Martí. Ya el creciente imperio había decidido que el canal que uniría los dos océanos sería por Panamá y no por Nicaragua. El istmo de Panamá, la Corinto soñada por Bolívar como capital de la más grande República del mundo concebida por él, sería propiedad yanki.

Aun así, las peores consecuencias estaban por venir a lo largo del Siglo XX. Con el apoyo de las oligarquías políticas nacionales, los Estados Unidos se adueñaron después de los recursos y de la economía de los países latinoamericanos; las intervenciones se multiplicaron; las fuerzas militares y policiales cayeron bajo su égida. Las empresas transnacionales yankis se apoderaron de las producciones y servicios fundamentales, los bancos, las compañías de seguros, el comercio exterior, los ferrocarriles, barcos, almacenes, los servicios eléctricos, los telefónicos y otros, en mayor o menor grado pasaron a sus manos.

Es cierto que la profundidad de la desigualdad social hizo estallar la Revolución Mexicana en la segunda década del Siglo XX, que se convirtió en fuente de inspiración para otros países. La revolución hizo avanzar a México en muchas áreas. Pero el mismo imperio que ayer devoró gran parte de su territorio, hoy devora importantes recursos naturales que le restan, la fuerza de trabajo barata y hasta lo hace derramar su propia sangre.

El TLCAN es el más brutal acuerdo económico impuesto a un país en desarrollo. En aras de la brevedad, baste señalar que el Gobierno de Estados Unidos acaba de afirmar textualmente: “En momentos en que México ha sufrido un doble golpe, no solo por la caída de su economía sino también por los efectos del virus A H1N1, probablemente queremos tener la economía más estabilizada antes de tener una larga discusión sobre nuevas negociaciones comerciales.” Por supuesto que no se dice una sola palabra de que, como consecuencia de la guerra desatada por el tráfico de drogas, en la que México emplea 36 mil soldados, casi cuatro mil mexicanos han muerto en el 2009. El fenómeno se repite en mayor o menor grado en el resto de América Latina. La droga no solo engendra problemas graves de salud, engendra la violencia que desgarra a México y a la América Latina como consecuencia del mercado insaciable de Estados Unidos, fuente inagotable de las divisas con que se fomenta la producción de cocaína y heroína, y es el país de donde se abastecen las armas que se emplean en esa feroz y no publicitada guerra.

Los que mueren desde el Río Grande hasta los confines de Suramérica son latinoamericanos. De este modo, la violencia general bate récord de muertes y las víctimas sobrepasan la cifra de 100 mil por año en América Latina, engendradas fundamentalmente por las drogas y la pobreza.

El imperio no libra la lucha contra las drogas dentro de sus fronteras; la libra en los territorios latinoamericanos.

En nuestro país no se cultivan la coca ni la amapola. Luchamos con eficiencia contra los que intentan introducir drogas en nuestro país o utilizar a Cuba como tránsito, y los índices de personas que mueren a causa de la violencia se reduce cada año. No necesitamos para ello soldados yankis. La lucha contra las drogas es un pretexto para establecer bases militares en todo el hemisferio. ¿Desde cuándo los buques de la IV Flota y los aviones modernos de combate sirven para combatir las drogas?

20090813

La masacre de Trelew


El 22 de agosto de 1972 en la base naval Almirante Zar fueron asesinados 16 presos políticos que habían sido trasladados allí, seis días antes, luego de que se efectivizara una acción conjunta de las organizaciones Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros, que permitió la evasión de seis Jefes guerrilleros recluídos en Ia cárcel de Trelew quienes, tras abordar un avión civil previamente secuestrado por un grupo comando, lograron refugiarse en Chile, gobernado por el socialista Salvador Allende.
El objetivo trazado - Ia fuga masiva de 110 combatientes - no pudo concretarse con total éxito, razón por la cual un contingente integrado por 19 de ellos que no logró arribar a tiempo al aeropuerto, decidió rendirse el 16 de agosto ante un juez, autoridades militares y la prensa, no sin antes exigir que se le garantizara su seguridad. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa comprometió su palabra en este sentido, escena que fue presenciada y corroborada por el coronel retirado Luis César Perlinger, cuyo testimonio en el que destacaba la humanidad y capacidad militar de los insurgentes, fue sancionado con un arresto.
Violando sus promesas, los marinos sometieron a los prisioneros a un régimen de terror. En la noche del lunes 21 se les impartió una orden insólita: salir de susceldas con la vista fija en el piso y detenerse ante la puerta en dos hileras de a uno en fondo. Fue entonces cuando los uniformados comenzaron a disparar sus ametralladoras. Recién al amanecer comenzó a pergeñarse Ia mentirosa versión oficial de los sucesos, según la cual el montonero Mariano Pujadas habría intentado arrebatarle la pistola a Sosa, fábula que sirvió para explicar la brutalidad de la masacre. María Antonia Berger, Albeit Camps y Ricardo Haidar, aunque malheridos, salvaron sus vidas por un descuido de sus verdugos, Ia dictadura lanussista los mantuvo incomunicados y sólo permitió que Ia televisión mostrara sus imágenes sin sonido, al tiempo que instauraba una férrea consura de prensa.
A tal punto Ilegó su ensañamiento que el tristemente céIebre comisario Alberto Villar -luego jefe de policía de Perón y uno de los mentores de Ia Triple A- irrumpió con tanquetas en Ia sede del Partido Justicialista donde se velaban los cadáveres de tres de los guerrilleros asesinados.
Pero allí no terminó todo. La sede de Ia Asociación Gremial de Abogados fue dinamitada, se exterminó a las familias de Clarisa Lea Place, Roberto Santucho y Mariano Pujadas, Ia mayor parte de los hermanos y hermanas de los fusilados están hoy desaparecidos y el letrado Mario Amaya, que escoltó con su auto al micro de Ia armada que el 16 trasladó a los detenidos hasta Ia base naval, fue asesinado durante Ia útima dictadura. La masacre de Trelew fue, sin duda, el hito inicial del luctuoso camino que conduciría al mayor genocidio de Ia historia argentina.
Fuente: Revista Los `70 http://www.los70.org.ar

20090807

La Próxima Ola


de Roberto Fontanarrosa
Chiquito me dice que mire. A mí mucho no me convence porque me ponen nervioso los prolegómenos de los partidos. Pero ahora, por el tablero del estadio, esta hablando Clinton. Lleva puesta la camiseta del equipo norteamericano y un gorro en la cabeza con las orejas de Mickey. Desea buena suerte a los finalistas y asegura que, para el próximo Mundial, los homosexuales serán admitidos en el team nacional con la condición de que no frecuenten los vestuarios. El público delira. Apenas desaparece Clinton de la pantalla irrumpen las porristas en la cancha. Algunas están muy buenas y saltan y bailan como locas. Ya no se pondrán detrás de los arcos, seguramente, despues de que, en el partido contra Italia, Batistuta casi le arranca la cabeza a una de ellas. Estaba sacudiendo uno de esos cosos peludos que agitan y cayó como fulminada por el pelo- tazo. La sacaron entre cuatro. Un vocero de prensa de la Casa Blanca dijo que estaba fuera de peligro, pero ayer Havelange prometió que una tribuna del nuevo estadio japonés, Hokusai Kimoto, llevara su nombre: Susan McDaniel.
Ahora hay una sensacional toma del estadio enfocado desde un satelite artificial. No se ve mucho por la nubosidad del hemisferio norte, pero Nenín comenta que nunca ha visto algo asi, salvo en los noticieros del mediodía. Sin embargo, hasta ahora, nada como la cámara metida dentro de la pelota. Ya nos habían sorprendido con los enfoques desde cámaras embutidas en los postes y el travesaño, con las cámaras adosadas a los banderines del corner y con las cámaras disimuladas dentro de las bocas de riego, pero lo del partido Alemania-Grecia, con la cámara metida dentro de la pelota Adidas Sitting Bull, superó todo lo imaginable. Es cierto que el Alex, promediando el primer tiempo de ese alocado ir y venir de la visión por todo el campo. comenzó a descomponerse y tuvo que ir al baño a vomitar, pero, sin duda, tardaremos un tiempo en habituar nuestros sentidos a las nuevas posibilidades de la tecnología.
Ahora el público hace la ola. Los norteamericanos, en su mayoría, lucen sombreros que simulan delfines. Otros, cachalotes. Algun pingüino. Es los que más los ha divertido del Mundial y ya se organizan, en ciudades como Detroit y Maine, concursos para ver que parcialidad hace la ola más alta o mas veloz. Se habla de organizar un Torneo de Ola que unifique a todo EEUU. Un joven de Michigan, incluso, intentó hacer surf sobre una de las olas y se estrelló contra una de las torres de iluminación. Fernando no puede con sus nervios, ha tomado una barbaridad de café y se fumó dos etiquetas de cigarrillos. Apuesta a como saldrá Basile. El Colorado asegura que saldrá normal, simplemente. Yo no diría lo mismo. Las presiones de la industria son muy grandes. En el arranque contra España, a los técnicos no se les permitía, todavía, salir del banco de suplentes. Luego alguien se dió cuenta de que, al publico norteamericano, le enfervorizaba ver a los técnicos abalanzarse sobre la línea de toque y gritarles a sus dirigidos. Ya para la segunda ronda a los técnicos se les exigía abandonar sus asientos. Y en el partido contra México Basile salió vestido de gaucho. El público enloqueció de verdad. Alfio debía simular enojarse cuando los rivales atacaban y revolear frenéticamente su facón cuando nosotros replicábamos. Pero la gente estalló en serio cuando se trabó en lucha contra el técnico azteca vestido de mariachi. Eso estuvo lindo. Alex sostiene que es todo una payasada. Pero, en definitiva, peor le fue a Parreira, el brasileño. Le llegó un fax presionándolo para que saliera vestido de rumbera, tipo Carmen Miranda. Dicen que la eliminación de Brasil le costó a Parreira que no lo contratara el Manchester United. Pero se ganó, en cambio, un suculento contrato para bailar en el Caesar's Palace de Las Vegas.
Sale Argentina a la cancha. Siento un nudo en el estómago. Y hay otro detalle técnico que nos da vuelta. Ahora es una cámara oculta en la lengueta del botín zurdo de Caniggia. Parece que entraramos todos a la cancha y que fueramos muy bajitos. Vemos llegar la pelota e irse como un balazo en una visión de vértigo. La barra brava argentina, que ha llegado en el avion presidencial a ver la final, se hace oir en una de las cabeceras del estadio, la más alta, a la que apuntan siempre los bateadores. Justamente, Macaya Márquez hace un sobrevuelo melancólico sobre las estrellas del ayer, Jose Manuel Moreno, Pedernera, Alfredo Distéfano, Baby Ruth, Joe Di Maggio. La banda de música de las porristas ataca ahora con "El escondite de Hernando" en homenaje a nuestra música. Ya lo hizo con el tango "Celos" de Gades, cantado por Arnaldo André (que vive en Miami) trabajosamente, con una rosa encarnada entre los dientes. Sabemos que Valeria Lynch hará la versión de nuestro himno.
"Es notable --dice Chiquito-- cómo esta gente puede programar absolutamente todo, prever hasta el último detalle, pero no puede evitar que haya cosas que siempre se le escapan. Cosas que no pueden controlar".
Asentimos. Es muy cierto. Sale Irak a la cancha.