20090227

Malcom X


Educado en el seno de una familia creyente que abogaba por el regreso de los negros a Africa, Malcolm Little viviría una dura infancia, repleta de desagradables vivencias. Uno de los hechos que más le marcó en esta época sucedió en Michigan, donde tuvo que sufrir la crueldad del Ku Klux Klan, y presenciar como quemaban su casa. La organización racista fue la responsable del asesinato de su padre. Esta situación llevó a su madre a un psiquiátrico.
Su juventud discurrió en un reformatorio, donde permaneció durante cuatro años hasta que le acogió una familia de Michigan. Cuando cumplió los diez años se fue a vivir a Boston con una de sus hermanas. En esta ciudad desempeñó varios trabajos pero no tardó en rodearse de malas compañías y dejarse convencer por el dinero fácil, procedente de la droga y la prostitución. Finalmente fue condenado e ingresó en prisión. Estando en la cárcel entraría en contacto con el movimiento promovido por Elijah Muhammad, conocido como Black Muslims. Sus postulados sostenían que la raza negra era superior a la blanca y defendía la creación de un estado independiente para los negros. Malcolm atraído por la filosofía de este movimiento se convirtió a la religión musulmana y cambió su apellido por X. A partir de entonces se preocupa por conocer las raíces de este movimiento. En 1952 es puesto en libertad y se traslada a Detroit, para integrarse en el grupo de Elijah Muhammad, con el que comienza a viajar por todo el país para predicar su ideología. El carisma de Malcolm X fue uno de los aciertos para ver cómo el número de adeptos iba en aumento. El éxito es tal que en 1961 sale a la luz la publicación "Muhammad Speaks". Con el fin de tener más seguidores se dirigió a Nueva York, concretamente a Harlem. Allí es donde se consolidó su liderazgo. Mostró su apoyo a "Black Power", uno de los grupos más radicales pero también con mayor poder de convocatoria. Defendía la creación de un estado negro y para ello justificaba la violencia como medio de autodefensa. Esta actitud le costó la condena de otros organismos oficiales. Cuando Kennedy fue asesinado, publicó un artículo con el título "El que la hace la paga" y con un contenido altamente crítico hacia la raza blanca. Sin embargo, su opinión despertó la ira de sus propios compañeros del movimiento y fue expulsado. Entonces fundó la Organización de la Unidad Afro-Americana, a través de la cual legitimaba el empleo de la violencia. Malcolm incluso peregrinó a La Meca y adoptó el nombre de El Hajj Malik al-Shabazz. En estos años las relaciones entre la OAAU y el Black Muslims fueron a peor y en 1965 a la salida de un mitin Malcolm recibió un disparo que acabó con su vida. La responsabilidad se atribuyó a Black Muslims. "The Autobiography of Malcolm X", escrita por el Alex Haley y publicada en 1965, recoge la vida de este personaje.

20090225

4 años sin Pappo.


Como se te extraña carpo!


Solo en este mundo

Solo, he decidido estar solo,
solo, he decidido estar solo,
he probado estar contigo,
y no logro escuchar tu voz.

Hoy he nacido,
y grito mi voz,
quiero que te enteres,
de mi aparición.

Mis amigos me conocen,
y con tan sólo mirar,
saben que quiero estar solo,
entonces decidí viajar;
verificar el aceite,
cargar mi amplificador,
darme cuenta de una cosa,
tu estúpida predicción,
había resultado ser falsa,
por eso de aquí hoy me voy,
hoy me voy, solo.

Hoy he nacido,
y grito fuertemente mi voz,
quiero que te enteres nena,
de mi humilde aparición.

Pero, solo, he decidido estar solo,
he probado estar contigo,
y no logro escuchar tu voz.

20090218

MARTIRIO DEL PADRE "PANCHO" FRANCISCO y ARNOLDO SOARES


"Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto." Jn. 12,24

La escena en la madrugada del 13 de febrero de 1976 lo pudo haber sido más macabra en la pequeña vivienda al lado de la capilla del madera en el barrio de Carupá, (Provincia de Buenos Aires),. El vecino que se acercó temprano como era su costumbre diaria para convidar al padre Pancho con unos mates quedó tan impresionado que prefiere el silencio para describir el crimen. El cuarto del sacerdote estaba cubierto de sangre, su cuerpo totalmente desfigurado y sus sesos desparramados por el piso. Los militares de la Brigada de Tigre habían operado de tal forma que nadie en el barrio escuchó nada. Aunque, se sabe, que el terror pudo haber sido tan efectivo como silenciadores. Arnoldo, un hermano discapacitado del sacerdote, también recibió varios impactos de bala y falleció, luego de una agonía de varios meses, en el hospital local.

Casi inmediatamente después, algunas mujeres azoradas juntaron los sesos del sacerdote en una pequeña caja que enterraron bajo el altar de la capilla. Hoy día son los únicos restos que han quedado de las víctimas ya que en 1978 los cuerpos de ambos hermanos fueron substraídos misteriosamente del cementerio de Tigre y nunca más sus familiares han sabido de su paradero. Según el otro hermano de Pancho, la voluntad militar de borrar a los Soares de la Argentina llegó a tal extremo que cuando hace unos años hizo un trámite en el Registro Nacional de Personas se encontró con la novedad de que no quedó allí ningún expediente de la familia. Los Soares llegaron de Sao Paulo Brasil al país en los años veinte pero todo fue destruido en el Registro. El estado argentino no tenía antecedentes
si quiera de la existencia legal del sacerdote.

El padre Soares y su hermano estuvieron entre las primeras víctimas eclesiásticas de los militares. Y es llamativo constatar que el mismo ensañamiento con las víctimas evidenciado en Carupá se repite en casi todos los otros ataques contra gente de la iglesia (Mons. Angelleli, los curas de Chamical, el masacre e San Patricio, las hermanas francesas, los hermanos de la Fraternidad de Foucauld...). La forma del asesinato o secuestro no dejó dudas sobre el odio explícito de los asesinos hacia sus víctimas. Sin duda, fue la contracara al apoyo que la parte más importante de la a jerarquía brindaba a los militares durante esos años. Si no, ¿cómo se puede explicar la tibia reacción episcopal ante crímenes particularmente atroces contra su propia gente? ¿Quien enseñó a los militares a odiar con tanta furia a los curas, obispos y monjas llamados "del Tercer Mundo" sino los propios capellanes militares como los obispos Bonamín, Tortola , Medina etc quienes habían denunciado a estos sectores como traidores a la "fe católica, apostólica y romana" desde los años sesenta.? Esta complicidad eclesial permitió a la dictadura militar sembrar terror en las comunidades parroquiales y solo hoy se está logrando reponerse definitivamente de esta situación para re-encontrarse con su propia historia. No podemos sino estar muy animados por las respuestas que están surgiendo en las comunidades alrededor de la memoria de los mártires de la Iglesia. Un movimiento protagonizando por la gente y acompañada por el clero como pudimos palpar en Carupá.

En la noche de martes pasado 13 de febrero tuvo lugar la misa concelebrada en homenaje al padre Pancho en la parroquia de "Nuestra Señora de Carupá". Se ha construido una guardería en el lugar mismo del crimen y en la entrada del predio hay una cruz con la foto del sacerdote mártir - vestido con sotana y una mirada profunda pero acogedora Su presencia está en todo los rincones del lugar. Un azulejo marca el sitio donde está enterrada la caja con sus restos. La nueva capilla es verdaderamente bella en su sencillez y ha permitida que la antigua capilla de madera
siga recorriendo la zona para ser ubicada en los barrios. La misa fue presidida por el párroco Harvey Ballance quien vino hace casi 30 años desde New Jersey en los Estados Unidos. El homenaje se ha
establecida como un evento anual donde concurre también el obispo local Jorge Casaretto. Esta vez no pudo estar pero estuvo su vicario y en una actitud muy abierta los sacerdotes dejar la voz principal en la celebración a los familiares de Pancho y a los representantes de la comunidad. Y sus testimonios fueron bien impactantes: Contaron de un hombre que hizo una importante carrera eclesiástica desde sus estudios en Francia, su ordenación sacerdotal en 1945, sus trabajos en Chile, su breve estadía en un monasterio de La Trapa en Francia hasta que en 1963 llegó a San Isidro para dedicarse a los pobres. El obispo lo asignó a la zona de San Fernando y e 1966 se instaló definitivamente en Carupá. Escribieron los vecinos: "La acción y testimonio que el padre Pancho da en los barrios hace que se gane el cariño de la gente. Sus ojos mansos y su mirada sincera, con ese rostro sonriente, denotan su felicidad al poder compartir todas sus necesidades y su exquisita vida interior con los vecinos del lugar.

En sus comienzos instala un taller de zapatos y una cooperativa de la Comunidad Juan XXIII donde se fabrican baldosas. Traducía libros al francés como una forma de sustento. Había comenzado a trabajar en la contaduría del Supermercado Sarmiento poco tiempo antes de su asesinato."

Semanas antes del hecho había sido amenazado de muerte por su compromiso con la justicia. Molestaba un cura de estos características al establishment. y a las fuerzas de seguridad. Pancho decidió
quedarse a pesar de las amenazas y los jerarcas militares resolvieron eliminarlo como escarmiento público.

Los vecinos en un recitado cantado relataron como se mantuvieron unidos desde de aquella noche de terror, reuniéndose a puertas cerradas en la capilla. Contaron que a veces les parecía ver a padre Pancho mismo parado cerca del altar dándoles aliento. Así pudieron soportar la persecución desatada contra los amigos y conocidos del sacerdote. Algunos años después el obispo finalmente mandó otro sacerdote a la comunidad. Iba quedando atrás la noche de las tinieblas. Así llegaron hasta hoy cuando pueden celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte. La voz de la comunidad: " ¡Pancho! Una comunidad, un barrio, todo un pueblo te recuerda. Desde hoy estás más presente aún en este tu pueblo donde tantos sueños y desvelos forjaste y compartiste con todos. En reconocimiento a esa maravillosa entrega, una calle tiene tu nombre. Una de los cuales caminaste tantas veces con mucho barro y con marea, con tardes polvorientas de verano o escarchadas y frías de invierno donde tan
feliz te sentías y donde también te quitaron la vida. ...Te recordamos con profundo amor y alegría… "

Patricio Rice
19 de febrero 2001

20090216

LA GUERRA DE VIETNAM


Guerra de Vietnam: enfrentamiento militar que tuvo lugar en Vietnam desde 1959 hasta 1975, cuyo origen fue la determinación de las guerrillas comunistas (el llamado Vietcong) de Vietnam del Sur, apoyadas por Vietnam del Norte, de derrocar al gobierno survietnamita. El enfrentamiento desembocó en una guerra entre ambos países que pronto se convirtió en un conflicto internacional cuando Estados Unidos y otros 40 países más apoyaron a Vietnam del Sur, mientras que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la República Popular China suministraron municiones a Vietnam del Norte y al Vietcong.

El conflicto también afectó a Laos, donde el Pathet Lao (comunista) combatió al gobierno desde los años 1965 hasta 1973 y logró derrocar el régimen monárquico en 1975, y también involucró a Camboya, cuyo gobierno se rindió en 1973 ante el grupo comunista Jemer Rojo. (Ver Fracasos de la Guerra Fría)

La Guerra de Vietnam, tercer y último conflicto tipo del periodo

Antecedentes: revolución e independencia. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Indochina era una unión de países bajo dominio colonial francés, formada por Cochinchina, Camboya, Annam, Tonkín y Laos.

El proceso de descolonización e independencia se inicia formalmente en 1940 coincidiendo con la ocupación de las fuerzas japonesas sobre el territorio, aunque ya desde el periodo entreguerras habían comenzado a surgir movimientos nacionalistas, entre los que destacan el Partido Nacional de Vietnam y el Partido Comunista Indochino que llegan a unirse bajo la dirección de Ho Chi Minh.

Cuando Japón es derrotado en 1945, los países de la Indochina francesa buscaron aprovechar la oportunidad para separarse de la unión y proclamar su independencia, en un intento por evitar que los franceses regresasen a recuperar la soberanía colonial.

En septiembre de 1945 es derrocado Bao-Dai, quien desde 1926 había gobernado Vietnam como emperador bajo control de Francia, y es proclama da la independencia de la República Democrática de Vietnam (del Norte) por la Liga Vietminh de partidos nacionalistas que, bajo predominio del Partido Comunista, es encabezada por Ho Chi Minh. Este es elegido como presidente del nuevo país —integrado por Cochinchina, Annam y Tonkín— y establece su gobierno en la ciudad de Hanoi. Por las mismas fechas se independizaron Camboya y Laos cada una por separado, proclamando las repúblicas respectivas. Pero al regresar los franceses en octubre de 1945, estos tres pueblos inician una larga lucha libertaria.

Partición de Vietnam.
En principio, Francia dio su reconocimiento al nuevo Estado de Vietnam presidido por
Ho Chi Minh, pero la imposibilidad de lograr acuerdos políticos y económicos satisfactorios entre ambos países condujo al enfrentamiento armado, iniciado en diciembre de 1946. Con respaldo de Francia, Bao—Dai instauró el Reino de Vietnam (Vietnam del Sur) enjulio de 1949 y fijó la nueva capital en Saigón (actual Ciudad de Ho Chi Minh). De esta manera el país quedaba dividido en dos partes, una contra la otra.

Estados Unidos
reconoció oficialmente al régimen de Saigón en 1950 y el presidente Truman envió un grupo de “asesores” militares para adiestrar sudvietnamitas en el manejo de armamento estadounidense. La guerra entre Francia y el Vietminh llegó a su fin cuando las fuerzas de Ho Chi Minh ocuparon la base francesa de Dien Bien Phu, el 8 de mayo de 1954.

Ese mismo día, en busca de una solución diplomática al conflicto, se celebra la Conferencia de Ginebra en la que se reunieron los delegados de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur con los de Francia, Gran Bretaña, la URSS, Estados Unidos, China, Laos y Camboya, con el propósito de discutir el futuro de toda Indochina. Los acuer­dos más importantes fueron: la retirada de los franceses de Vietnam y en general de Indochina; el armisticio para Vietnam; la división temporal de Vietnam en dos países separados por el paralelo 17, uno al norte bajo régimen comunista, y otro al sur en manos del gobierno de Saigón; el reconocimiento de la independencia de Vietnam del Norte; se estableció además que en 1956 habrían de celebrarse elecciones para la reunificación del país.

Pero además de que estos acuerdos no fueron cumplidos en su totalidad, esta región pronto empezó a verse involucrada en el conflicto Oriente-Occidente, debido a la expansión del comunismo proveniente de China sobre territorio vietnamita y a la intervención de Estados Unidos para contrarrestarla. Este país brindó ayuda militar al régimen de Saigón y llevó a cabo actividades encubiertas contra el gobierno de Hanoi. En octubre de 1955, Bao-Dai fue depuesto como resultado de un referendum, y se proclamó la República de Vietnam del Sur con Ngó Dinh Diém como presidente, con apoyo de la oligarquía latifundista local. Al ocupar el poder, Diém anunció que su gobierno se negaba a realizar elecciones para la reunificación, con el argu­mento de que habría fraude electoral pues la población del Norte no sería libre para expresar su deseo

No obstante, el gobierno comunista de Hanoi proclamó su firme propósito de reunificar el país bajo su hegemonía. La paz acordada en Ginebra comenzó a deteriorarse y, hacia enero de 1957,
la Comisión Internacional creada para la aplicación de los acuerdos de Ginebra denunció las violaciones del armisticio, cometidas tanto por Vietnam del Norte como por Vietnam del Sur. A lo largo de ese año, los simpatizantes comunistas que habían emigrado al Norte tras la división del país comenzaron a regresar al Sur.

Estos activistas constituyeron el Vietcong (abreviación de Vietnam Con gsan; en vietnamita, “Vietnam Rojo”) y empezaron a realizar sabotajes contra ins­talaciones militares estadounidenses, y en 1959 iniciaron ataques guerrilleros contra el gobierno de Diém. Al año siguiente, para demostrar que el movimiento guerrillero era independiente, el Vietcong creó su propio brazo político, llamado Frente Nacional de Liberación (FNL), con sede en Hanoi.

El gobierno de Vietnam del Sur contó con la ayuda de Estados Unidos, cuyo gobierno firmó en abril 1961 un tratado de amistad y cooperación con este país; en diciembre del mismo año, el presidente Kennedy se comprometió a colaborar para mantener su independencia, amenazada por la expansión del comunismo de la China maoísta. Así empezaron a llegar a Saigón las primeras tropas estadounidenses, aunque se hizo saber que no eran unidades de combate. Diém intentó sin éxito destruir la influencia comunista en su territorio, pero su gobierno no pudo sostenerse mucho tiempo debido a varias razones: su intolerancia con la oposición, su favoritismo hacia los católicos con el descontento de los budistas, y el fracaso de sus programas económicos. Estos factores llevaron a una sublevación que con apoyo de los comunistas del Norte dio en 1963 un golpe de Estado militar que puso fin al gobierno de Diém.

En la confusión política que siguió al golpe de Estado, la situación en Vietnam del Sur continuó deteriorándose y en los siguientes dieciocho meses el país tuvo diez gobiernos diferentes. Por fin, en 1965 se formó un Consejo Director Nacional presidido por el militar anticomunista Nguyén Van Thieu, que restauró el orden político; dos años más tarde se celebraron elecciones y Thieu fue electo presidente. Pero aquella inestabilidad había propiciado el avance de los comunistas del Vietcong en Vietnam del Sur y esto preparó el camino hacia la intervención directa de Estados Unidos.

G
uerra de Vietnam.
A comienzos de 1964, el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, aprobó el bombardeo sistemático de Vietnam del Norte y el envío de tropas de combate a Vietnam del Sur, con lo que se inició la implicación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, que tan nefastas consecuencias trajo en la historia política de este país.

En agosto de 1964, fuerzas vietnamitas atacaron naves estadounidenses en el golfo de Tonkín. En respuesta, Johnson ordenó el bombardeo de bases navales y oleoductos de Vietnam del Norte, para defenderse contra cualquier ataque y estar prevenidos para futuras agresiones a las fuerzas armadas estadounidenses. De esta manera, sin que nunca llegara a deciararse oficialmente la guerra, Estados Unidos comenzó a extender su potencial militar sobre un área cada vez más amplia de
la península Indochina. Mientras tanto, el FNL empezó a recibir apoyo diplomático y militar de Vietnam del Norte.

Hacia 1965, las fuerzas estadounidenses generalizaron los bombardeos sobre Vietnam del Norte, aumentando el número de tropas de Estados Unidos en Vietnam del Sur, en la confianza de que impondrían su superioridad militar. Pero los bombardeos —que produjeron enormes daños en las cosechas, en las vías de comunicación y en los centros industriales de los dos Vietnam, además de causar la muerte a un millón de civiles— no lograron someter a los rebeldes en Vietnam del Sur, ni consiguieron que los del Norte dejaran de prestar ayuda al FNL.

El efecto de las acciones bélicas de EE.UU. fue màs bien contraproducente al estimular la resistencia nacionalista de los vietnamita. También originó en la propia sociedad estadounidense un fuerte movimiento de rechazo hacia la inter­vención de su gobierno en Indochina, actitud que se relacionó en gran medida con los disturbios sociales ocurridos en los años sesenta en la Unión Americana. En los primeros meses de 1968, el gobierno estadounidense, presionado por la opinión pública de su país, había llegado a la conclusión de que la Guerra de Vietnam no se podría ganar.

El 31 de marzo, el presidente Johnson anunció la paralización de los bombar­deos sobre Vietnam del Norte, gesto que encontró una respuesta positiva de Hanoi, y en mayo siguiente comenzaron en París las conversaciones de paz entre Estados Unidos, Vietnam del Norte, Vietnam del Sur y el Frente Nacional de Liberación del Vietcong. Los primeros resultados de las negociaciones fueron negativos a pesar que las incursiones aéreas estaudinenses habían cesado por completo en noviembre de ese mismo año.

volvió a enviar fuerzas militares a Indochina, invadiendo parcialmente a Camboya y Laos, países a los que se había extendido ya el comunismo. Esta nueva intervención tampoco tuvo éxito y, en cambio, dio lugar a que aumentara el rechazo de la población estadounidense hacia la presencia militar de su país en Vietnam. Las negociaciones se mantenían estancadas, ya que las propuestas de paz no eran consideradas satis­factorias para las partes en conflicto. Mientras tanto, las acciones bélicas continuaban e incluso se recrudecían y Estados Unidos recurría al uso intenso de bombardeos sobre Vietnam del Norte, sin lograr derrotarlo.

Por fin, el 27 de enero de 1973, las delegaciones de Estados Unidos, Vietnam del Sur, Vietnam del Norte y del Gobierno Revolucionario Provisional (instaurado en una porción de Vietnam del Sur por el FNL) concluían las negociaciones de la Conferencia de París, firmándose unos acuerdos por los que se establecía el cese del fuego y la retirada estadounidense de Vietnam del Sur. En marzo siguiente, los acuerdos se complementaron con otro que preveía la unificación de los dos territorios. Tras la retirada de las tropas estadounidenses, la guerra continuó por dos años más hasta que, en abril de 1975, se consumaba la victoria total del FNL y el fracaso definitivo de los Estados Unidos, con la toma de Saigón y la unión entre el Norte y el Sur,procla­mándose la República Socialista de Vietnam en abril de 1976.

Consecuencias.

La Guerra de Vietnam marcó un hito en la historia militar convencional, tanto por la amplitud del combate guerrillero como por el creciente uso de los helicópteros, que proporcionaron una gran movilidad en terrenos difíciles. Además, fue esencialmente una guerra del pueblo porque la mayor parte de la población civil fue movilizada para algún tipo de participación activa y padeció la situación de guerra casi en las mismas circunstancias que las fuer­zas militares. El amplio uso que hizo Estados Unidos de armas químicas como el napalm, mutiló y mató a miles de civiles; en tanto que el empleo de defoliantes, principalmente el llamado “agente naranja” utilizado para eliminar la cobertura vegetal, no sólo devastó el medio ambiente de un país esencialmente agrícola, sino que dejó perjudiciales secuelas para la salud física de los seres humanos —vietnamitas y estadounidenses— que estuvieron en contacto con ese agente químico.

Como resultado de ocho años de utilización de estas tácticas bélicas, se estima que murieron más de dos millones de vietnamitas, tres millones fueron heridos y cientos de miles de niños quedaron huérfanos. La pobla­ción refugiada se ha calculado en 12 millones de personas; entre abril de 1975 y julio de 1982 aproximadamente 1 218 000 refugiados fueron reubicados en más de 16 países; otros 500 000 intentaron huir de Vietnam por mar, pero murió aproximadamente entre 10 y 15%, y los que sobrevivieron se enfrentaron más tarde con las trabas y cuotas de inmigra­ción incluso en aquellos países que habían aceptado acogerlos.

Las pérdidas humanas estadounidenses alcanzaron la cifra de 57
.685, además de 153.303 heridos. En el momento del acuerdo de alto al fuego había 587 prisioneros de guerra entre militares y civiles, los cuales fueron posteriormente liberados en su totalidad; sin embargo, una estimación actualizada no oficial calcula que todavía quedan unos 2.500 desaparecidos.

La Guerra de Vietnam también fue un hito en la historia de Estados Unidos. La derrota constituyó un golpe profundo al orgullo estadounidense y a la creencia de que su nación era invencible; afectó la confianza de los ciudadanos en su sistema de gobierno y se sintieron engañados por los líderes políticos que su voto había llevado al poder, pues les habían dado informes falsos acerca de la guerra.

Este sentimiento se hizo extensivo a los soldados que regresaban de Vietnam quienes heridos física y moralmente, no fueron bienvenidos en su patria, ni recibieron tratamiento de héroes. Muchos de esos soldados pasaron por grandes dificultades para conseguir trabajo y readaptarse a la vida familiar; de acuerdo con datos del Departamento de Veteranos, medio millón de ellos sufrían problemas psicológicos relacionados con las experiencias de la guerra. El síndrome de Vietnam dejó huellas imborrables en toda una generación de jóvenes y en sus familias, tanto por los daños físicos producidos por las heridas de guerra y la exposi­ción a los agentes químicos, como por el efecto psicológico provocado por el terrible recuerdo de la muerte y sufrimientos de numerosos civiles vietnamitas indefensos.

En el ámbito político internacional, la Guerra de Vietnam trajo consigo el desprestigio para Estados Unidos, en un mundo conmocionado por las imágenes que recibía a través de la televisión y de la prensa escrita, acerca de una guerra que se prolonga inútilmente por la presencia de Estados Unidos. En cambio, el bloque comunista salió fortalecido con la integración de un nuevo país miembro en un área de influencia de gran valor estratégico.

20090210

El Concilio Vaticano II y La Teología de la Liberación


LA IGLESIA TRAS EL CONCILIO VATICANO II
Angelo O. Roncalli (1881-1963) se convirtió en el Papa Juan XXIII en 1958, tras la muerte de Pío XII. El nuevo pontífice fue el encargado de renovar la Iglesia católica a través del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962. Su finalidad, era abrir las ventanas para que entrara aire fresco en la Iglesia.

LA IGLESIA TRAS EL CONCILIO VATICANO II: El 11 de Octubre de 1962, fue inaugurado el Concilio Vaticano II, encargado de renovar la Iglesia Católica. El mismo, había sido propiciado por Angelo O. Roncalli quien se había convertido en el Papa Juan XXIII en 1958.
Desde el comienzo, el Concilio mostró un alto interés en cambiar algunos aspectos importantes de las ceremonias religiosas. Además de se sentar las bases para una mayor participación de la Iglesia en los problemas del mundo, se propuso reemplazar el latín en la celebración de la misa por los idiomas nacionales.
Otro de los cambios importantes en el Concilio, fue la presencia de obispos de todo el mundo, sobre todo, de obispos del llamado “tercer mundo”. La Iglesia Católica, hasta ese momento, tenía una presencia predominantemente europea en su cúpula organizativa y la incorporación de estos últimos, también significó un profundo cambio.
Pero lamentablemente, Juan XXIII, falleció durante la celebración del Concilio, siendo reemplazado por Paulo VI. De todas formas, el Concilio siguió hasta 1965 y marcó una gran transformación en la Iglesia, no sólo en los aspectos religiosos (que operan en el nivel ideológico o de las mentalidades) sino también en el aspecto social y político, en especial en América Latina, donde encontró un profundo eco.
En Latinoamérica, el Concilio significó para los creyentes un profundo cambio, ya que permitió el contacto de las ordenes religiosas con las necesidades sociales que requería el pueblo. La renovación, también proponía una mayor independencia del accionar de los evangelizadores. Un profundo debate interno se sucedió luego de las diferentes formas de interpretar la realidad y actuar en ella, que se dio en toda la Iglesia. En mucho casos, los integrantes del las Iglesias de cada país se identificaron con los movimientos de liberación.
“La teología de la liberación”, una idea que se venía discutiendo desde mucho tiempo, tomo forma luego de la Conferencia de Medellín de 1968, donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Desde un mensaje de Juan XXVIII, en 1962, donde expresaba que: “frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y quiere ser: como la Iglesia de todos, particularmente, la Iglesia de los Pobres”, había surgido la idea de una Iglesia que se acerque a las necesidades de los pobres. En un contexto donde las dictaduras que gobernaban la región, dejaban una escasa o nula representatividad política y una enorme injusticia social. La idea de “Iglesia de los pobres” fue interpretada por algunos sacerdotes de tal manera que dio origen a la “teología de la liberación” y como un claro compromiso político y social destinado a transformar el mundo. De esta forma, el compromiso social hizo que los sacerdotes llamados “tercermundistas”, en los que predominaba una evangelización cargada de alto contenido social, se acercaran a los movimientos de liberación que utilizaban la lucha armada.
No toda la Iglesia tuvo esta postura, hubo en la época una notable reacción conservadora, que se plasmó en 1972, con la nueva conducción del CELAM. A su vez, la encíclica “Populorum Progressio” de Paulo VI, criticaba el sistema capitalista y denunciaba la situación de injusticia que se daba en el Tercer Mundo. Esta encíclica, aumentó aún más las posturas a favor de la “teología de la liberación. Muchos sacerdotes, que abrazaron estas ideas, fueron perseguidos y asesinados por defender estas prédicas evangélicas y llevarlas a la práctica.

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: La Conferencia de Medellín, donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en 1968, se inspiró en las reformas del concilio Vaticano II. En la misma, los obispos publicaron un documento en el que examinaban el papel social de la Iglesia en sus respectivos países. Allí, denunciaban la opresión del sistema capitalista sobre los pobres, criticaban la explotación que ejercían los países centrales por sobre los del “tercer mundo” y exigían numerosas reformas políticas y sociales.
Los Obispos reunidos, no se detuvieron sólo en esos reclamos, sino que también declararon que la Iglesia Latinoamericana contenía una misión distinta de la de Europa. Por lo tanto, en esta región, la Iglesia debía tener un alto compromiso con la realidad social de su contexto y una praxis transformadora. Esta práctica de la fe cristiana se conoció como la “teología de la liberación” y tuvo durante décadas una importante influencia dentro de la Iglesia Católica.
Un teólogo peruano, Gustavo Gutiérrez, publicó en 1971 la doctrina central de movimiento. La “teología de la liberación” establecía que la Iglesia debía ayudar a los pobres y no imponerse sobre ellos. Además, proponía un accionar cristiano acorde a la enseñanzas de Jesús y no conforme a los requerimientos de los poderosos. Así fue que estas ideas inspiraron la fundación de la “Iglesia de los pobres”, que combinaba la enseñanza religiosa con la participación en movimientos sociales y políticos destinados a cambiar la realidad.
A su vez, en Brasil también se producía un fuerte movimiento renovador en la Iglesia. Leonardo Boff, un teólogo brasileño, criticaba en sus libros las injusticias en Latinoamérica y se animaba a incluir dentro de las fuerzas que provocaban esas injusticias, a la Iglesia Católica.
Como era de esperar, a Roma y a los regímenes conservadores no les gustó la matriz marxista de la “teología de la liberación”.
Durante la dictaduras militares que asolaron a América Latina en general, se llevó a cabo una violenta represión del movimiento. Las represalias laicas, en forma de asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte o en forma de encarcelamientos con torturas, se incrementaron y clérigos como el arzobispo de El Salvador, Oscar Romero, y el padre Antonio Pereira Neto, de Brasil, y el obispo de La Rioja, monseñor Enrique Angelelli, se convirtieron en mártires del movimiento
Ya en 1979, los dirigentes del movimiento no fueron invitados a la conferencia de obispos y finalmente el Papa Juan Pablo II, reemplazó a los teólogos de la liberación por clérigos dóciles y sumisos a las autoridades eclesiásticas de turno.

20090203

LA CULTURA DE LOS 60



LA CULTURA EN ARGENTINA EN LA DECADA DEL 60: MUSICA-EDUCACION-TRABAJO
La década del ‘60 ha sido uno de los períodos de renovación cultural más importantes del siglo XX. Los hábitos, las estéticas, los gustos, las tendencias creadas durante el período han incidido hasta nuestros días y, probablemente, continúen influyendo en el cambio de siglo.


La expansión de las empresas trasnacionales:
Para comprender la gran renovación cultural que se produjo en la Argentina durante los años ‘60, hay que tener en cuenta un proceso socio económico de dimensión mundial que se desarrolló a partir de mediados de la década del ‘50: ¡a expansión de las empresas trasnacionales (o multinacionales), de origen principalmente norteamericano. Estas empresas utilizaron el excedente de capital producido durante los años ‘50, para transferirlo en forma de préstamos o en forma de inversiones a otros países: a Europa occidental, a Japón y a América latina.
¿Qué clase de empresas eran las que se expandían? Principalmente empresas petroleras, industrias auto motrices y de artículos para el hogar bancos, supermercados y cadenas hoteleras. Con excepción de las empresas petroleras, se trataba de industrias productoras de bienes durables —autos, televisores, heladeras, lavarropas de empresas de servicios —bancos ‘, hoteles—, que hasta entonces hablar representado casi un lujo: tanto un auto como una recorrida de tres semanas por Europa habían sido consumos destinados a un mercado reducido.


Los cambios sociales
Esta expansión de las empresas trasnacionales estuvo vinculada a otro fenómeno socioeconómico. Uno de los rasgos de la prosperidad iniciada en ¡os ‘50 fue el aumento de los índices de empleo y la mejora del salario real en los países desarrollados. Con trabajadores mejor pagos, el consumo aumentó.
En todo el mundo, las grandes multinacionales requirieron una masa de profesionales y empleados especializados. Así, se expandió una clase media asalariada: los trabajadores de “cuello blanco” (camisa y corbata), con una relativamente buena capacidad de consumo. Dentro de ese sector social surgió un nuevo grupo de gran poder adquisitivo: el de los ejecutivos, empleados de alta jerarquía que ocupan cargos directivos.
En América latina, la radicación de empresas multinacionales se combinó con las políticas desarrollistas impulsadas por los gobiernos locales entre fines de los años ‘50 y principios de los ‘60. En la Argentina, se produjo un fenómeno similar al del mundo desarrollado: aumentó el empleo industrial, se desarrolló el sector de servicios —y con él, la clase media asalariada— y se formó el nuevo grupo social de los “ejecutivos”.


La educación universitaria
Otro rasgo del período, que puede remontarse a la década del ‘50, fue la gran expansión de la matrícula universitaria, es decir, un aumento de la cantidad de estudiantes. Este fenómeno, en principio cultural, está relacionado con la expansión económica. Las empresas comenzaron a demandar una mejor formación de sus empleados jerárquicos y los jóvenes de la próspera clase media descubrieron que, para desarrollarse profesional-mente, era necesario estudiar en la universidad. Al mismo tiempo, durante este período se produjo el ingreso masivo de las mujeres a la universidad.
El gran crecimiento de la matrícula universitaria trajo varios problemas aún no definitivamente resueltos: ¿Cómo enseñar a tantos estudiantes? ¿Se puede enseñar bien a tantos estudiantes? ¿Se debe mantener un sistema universitario tan expandido? Estas preguntas se convirtieron en “el problema de la masividad de la enseñanza universitaria”. Universidades como la de Roma o la de Bolonia continúan hoy albergando una población estudiantil altísima. Universidades como la de París fueron divididas en unidades descentralizadas: París I, París II, París III, etcétera. El sistema universitario norteamericano se multiplicó en una infinidad de centros académicos
de diversa jerarquía y calidad educativa. En la Argentina, hubo diferentes políticas al respecto. El gobierno de Frondizi terminó con el monopolio estatal de enseñanza universitaria y autorizó la creación de universidades privadas, laicas o confesionales. A principios de la década del ‘70, el gobierno del general Lanusse impulsó la creación de nuevos centros universitarios en el conurbano bonaerense (Luján, Lomas de Zamora) y en varias ciudades provinciales (Río Cuarto, Salta), para desconcentrar la demanda estudiantil de las universidades tradicionales (Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, La Plata, la Universidad del Litoral).


La internacionalización y la fragmentación de la cultura:




junto con la trasnacionalización de las economías, se produjo una internacionalización de las pautas culturales. Los hábitos cotidianos y las costumbres de cada sector social —los horarios, la manera de viajar al trabajo, la decoración de una casa, la alimentación, la organización del tiempo libre— comenzaron a mostrar similitudes en casi todas las grandes ciudades del mundo capitalista, tanto en Buenos Aires como en San Pablo, Nueva York o París. Un ejemplo de esta internacionalización es la difusión, en los años ‘60, del Jean, que se transformó en una de las indumentarias más homogéneas del mundo capitalista. El jean es un pantalón de trabajo y de descanso, de jóvenes y de adultos, de ricos y de pobres, de varones y de mujeres. Esta última característica —un mismo tipo de ropa para varones y mujeres— devino en un nuevo estilo: el unisex. La uniformización de la indumentaria y de la moda cubrió también las diferencias de género entre varones y mujeres. [as mujeres se “masculinizaron”: se puso de moda el cabello muy corto, cortado a la garçon, y los hombres se “feminizaron”: se dejaron el cabello largo.
Un cambio explosivo en la indumentaria femenina fue la minifalda, que se difundió con rapidez por el mundo capitalista, tal vez porque se acomodaba bien a la liberalización de las costumbres.
Esta tendencia a la uniformidad tuvo, como contrapartida, una fragmentación interna de las sociedades, que ya no se correspondía con la división en clases sociales. Por ejemplo, en 1963 un joven roquero de clase media de Buenos Aires tenía más elementos en común con un joven rockero londinense que con su padre porteño. Y un joven universitario cordobés podía entenderse mejor con otro universitario parisino que con sus profesores locales.
Así, en el seno de las sociedades capitalistas surgieron diversos tipos de subculturas. La más importante de todas fue la cultura juvenil que, con los años, fue fragmentándose cada vez más en diversas “tribus” de jóvenes urbanos. Un ejemplo argentino: mientras algunos jóvenes se integraban al movimiento de rock nacional (argentino), otros se sumaban a la militancia en partidos de izquierda. Unos y otros compartían algunas costumbres —el pelo largo, la ropa informal, el jean— pero, al mismo tiempo, expresaban tendencias culturales muy diferentes.
Los jóvenes rockeros se congregaban alrededor de la música. Seguían con a-tención los movimientos juveniles norteamericano e inglés. Podían escuchar, según la “tribu” a la que pertenecieran, a los norteamericanos Bob Dylan y posteriormente al grupo The Doors, o a los grupos ingleses The Beatles —tal vez el fenómeno cultural más importante de la década del 60— o The Rolling Stones. Los rockeros no pertenecían a los ámbitos universitarios, abjuraban de la práctica política y leían preferentemente poesía de autores norteamericanos de la llamada Generación Beat, como el poeta Allen Ginsberg y el novelista Jack Kerouac. Un ensayo del novelista inglés Aldous Huxley, Las puertas de la percepción, se convirtió en una suerte de evangelio para la nueva generación.
Los jóvenes de izquierda, en cambio, eran estudiantes universitarios, militantes de partidos políticos, lectores ávidos y desordenados, cuya principal preocupación, a principios de los ‘60, era comprender la relación entre el peronismo proscripto y la clase obrera. Estaban influidos por el pensamiento del líder chino Mao Tse Tung, por la Revolución
Cubana, comandada por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, y por los movimientos anticolonialistas africanos. Los jóvenes de izquierda argentinos intentaban alcanzar un “socialismo nacional”, que sintetizara el pensamiento marxista y la realidad latinoamericana.


La marca y la moda :


La uniformidad de las pautas culturales tuvo contrapartidas. ¿Cómo distinguirse en medio de tanta uniformidad? Por la “marca”. En la década del ‘60, las marcas —los sellos distintivos de cada producto— adquirieron un valor sin precedentes. Cada marca pasó a tener un significado particular, a ser un símbolo de mayor o menor prestigio (de status, como ‘comenzó a decirse en la época). La marca era y sigue siendo una señal de distinción. El jean es, nuevamente, un buen ejemplo. En la Argentina, a partir de la década ‘60 y durante veinte años, se sucedieron diversas marcas de jean. Cada marca que aparecía en el mercado superaba en prestigio a la anterior. Los viejos pantalones Far West —el jean de los ‘60— fueron superados, hacia fines de la década, por los Lee. Levi’s superó a Lee, Wrangler superó a Levi’s, y luego Calvin Klein superó a Wrang le r.
Junto a la marca, surgió otra señal de distinción: el diseño. Los diseñadores de modas, —pero también de autos, de muebles, de interiores— adquirieron muchísimo prestigio. Los consumidores exigían, cada vez con mayor velocidad, novedades que les permitieran distinguirse. Los diseñadores de moda —en particular, los franceses— aprovecharon esa situación para instalar tiendas o boutiques de indumentaria prét-á-porter (lista para usar) y convertir en marcas sus nombres y apellidos. En poco tiempo, Christian Dior, Yves Saint Laurent, Pierre Cardin y muchos más establecieron cadenas de tiendas en todo el mundo, que vendían sus nombres y sus diseños. Año tras año, realizaban desfiles en los que mostraban sus novedades y se disputaban el reinado de la moda. La haute couture (alta costura), hasta entonces privativa de grupos sociales reducidos, se había democratizado.


La televisión y la publicidad:
¿Cómo fue posible una difusión tan acelerada y homogénea de las nuevas pautas culturales en todo el mundo capitalista?
La televisión fue un instrumento de esa difusión. La gran expansión de la televisión es un fenómeno de la década del ‘60. La televisión requería de ciertas condiciones que se conjugaron en este período: emisoras, capacidad industrial para producir miles y miles de aparatos, y capacidad económica de la gente para comprarlos. La primera emisora argentina —Canal 7— se inauguró el 1 7 de de octubre de 1951. Durante casi una década, fue la única del país. El gran salto de a televisión argentina se produjo entre junio de 1 960 y julio de 1 961, con la inauguración de tres canales: Canal 9, Canal 13 y Canal 11.
El otro instrumento fue la publicidad. A partir de la década del ‘60, la publicidad se profesionalizó. Por un lado, se comenzó a estudiar la composición de un mercado, con técnicas de investigación que provenían de la sociología. Los publicitarios reemplazaron el concepto de “sociedad” y “grupos sociales” por el de “mercado” y “segmentos del mercado”. Los “estudios de mercado” (encuestas) permiten determinar segmentos sociales —varones, mujeres, jóvenes, profesionales universitarios, amas de casa, empleados— y niveles sociales, según la capacidad adquisitiva. De este modo, los publicitarios podían detectar gustos, expectativas, deseos y opiniones de los posibles consumidores. Al mismo tiempo, podían evaluar cuál era el medio de comunicación más apto para promocionar un producto destinado a un público determinado: por ejemplo, la publicidad de un nuevo lavarropas debía hacerse en aquellos medios de comunicación que llegaban al segmento de amas de casa.
A ese conjunto de técnicas de investigación y penetración del mercado se las bautizó con un término inglés: marketing. Pero, fundamentalmente, la publicidad desarrolló un complejo sistema de comunicación de símbolos que permiten asociar a los productos con determinados beneficios. Esos beneficios no son necesariamente de utilidad. La mayoría de las veces, la publicidad asocia productos con placer, con bienestar, con prestigio social, con seguridad, con sensualidad, con éxito, con tranquilidad. Cada producto es un símbolo, y consumirlo es, a la vez, satisfacer un deseo personal y dar una señal a la sociedad.