20090218

MARTIRIO DEL PADRE "PANCHO" FRANCISCO y ARNOLDO SOARES


"Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto." Jn. 12,24

La escena en la madrugada del 13 de febrero de 1976 lo pudo haber sido más macabra en la pequeña vivienda al lado de la capilla del madera en el barrio de Carupá, (Provincia de Buenos Aires),. El vecino que se acercó temprano como era su costumbre diaria para convidar al padre Pancho con unos mates quedó tan impresionado que prefiere el silencio para describir el crimen. El cuarto del sacerdote estaba cubierto de sangre, su cuerpo totalmente desfigurado y sus sesos desparramados por el piso. Los militares de la Brigada de Tigre habían operado de tal forma que nadie en el barrio escuchó nada. Aunque, se sabe, que el terror pudo haber sido tan efectivo como silenciadores. Arnoldo, un hermano discapacitado del sacerdote, también recibió varios impactos de bala y falleció, luego de una agonía de varios meses, en el hospital local.

Casi inmediatamente después, algunas mujeres azoradas juntaron los sesos del sacerdote en una pequeña caja que enterraron bajo el altar de la capilla. Hoy día son los únicos restos que han quedado de las víctimas ya que en 1978 los cuerpos de ambos hermanos fueron substraídos misteriosamente del cementerio de Tigre y nunca más sus familiares han sabido de su paradero. Según el otro hermano de Pancho, la voluntad militar de borrar a los Soares de la Argentina llegó a tal extremo que cuando hace unos años hizo un trámite en el Registro Nacional de Personas se encontró con la novedad de que no quedó allí ningún expediente de la familia. Los Soares llegaron de Sao Paulo Brasil al país en los años veinte pero todo fue destruido en el Registro. El estado argentino no tenía antecedentes
si quiera de la existencia legal del sacerdote.

El padre Soares y su hermano estuvieron entre las primeras víctimas eclesiásticas de los militares. Y es llamativo constatar que el mismo ensañamiento con las víctimas evidenciado en Carupá se repite en casi todos los otros ataques contra gente de la iglesia (Mons. Angelleli, los curas de Chamical, el masacre e San Patricio, las hermanas francesas, los hermanos de la Fraternidad de Foucauld...). La forma del asesinato o secuestro no dejó dudas sobre el odio explícito de los asesinos hacia sus víctimas. Sin duda, fue la contracara al apoyo que la parte más importante de la a jerarquía brindaba a los militares durante esos años. Si no, ¿cómo se puede explicar la tibia reacción episcopal ante crímenes particularmente atroces contra su propia gente? ¿Quien enseñó a los militares a odiar con tanta furia a los curas, obispos y monjas llamados "del Tercer Mundo" sino los propios capellanes militares como los obispos Bonamín, Tortola , Medina etc quienes habían denunciado a estos sectores como traidores a la "fe católica, apostólica y romana" desde los años sesenta.? Esta complicidad eclesial permitió a la dictadura militar sembrar terror en las comunidades parroquiales y solo hoy se está logrando reponerse definitivamente de esta situación para re-encontrarse con su propia historia. No podemos sino estar muy animados por las respuestas que están surgiendo en las comunidades alrededor de la memoria de los mártires de la Iglesia. Un movimiento protagonizando por la gente y acompañada por el clero como pudimos palpar en Carupá.

En la noche de martes pasado 13 de febrero tuvo lugar la misa concelebrada en homenaje al padre Pancho en la parroquia de "Nuestra Señora de Carupá". Se ha construido una guardería en el lugar mismo del crimen y en la entrada del predio hay una cruz con la foto del sacerdote mártir - vestido con sotana y una mirada profunda pero acogedora Su presencia está en todo los rincones del lugar. Un azulejo marca el sitio donde está enterrada la caja con sus restos. La nueva capilla es verdaderamente bella en su sencillez y ha permitida que la antigua capilla de madera
siga recorriendo la zona para ser ubicada en los barrios. La misa fue presidida por el párroco Harvey Ballance quien vino hace casi 30 años desde New Jersey en los Estados Unidos. El homenaje se ha
establecida como un evento anual donde concurre también el obispo local Jorge Casaretto. Esta vez no pudo estar pero estuvo su vicario y en una actitud muy abierta los sacerdotes dejar la voz principal en la celebración a los familiares de Pancho y a los representantes de la comunidad. Y sus testimonios fueron bien impactantes: Contaron de un hombre que hizo una importante carrera eclesiástica desde sus estudios en Francia, su ordenación sacerdotal en 1945, sus trabajos en Chile, su breve estadía en un monasterio de La Trapa en Francia hasta que en 1963 llegó a San Isidro para dedicarse a los pobres. El obispo lo asignó a la zona de San Fernando y e 1966 se instaló definitivamente en Carupá. Escribieron los vecinos: "La acción y testimonio que el padre Pancho da en los barrios hace que se gane el cariño de la gente. Sus ojos mansos y su mirada sincera, con ese rostro sonriente, denotan su felicidad al poder compartir todas sus necesidades y su exquisita vida interior con los vecinos del lugar.

En sus comienzos instala un taller de zapatos y una cooperativa de la Comunidad Juan XXIII donde se fabrican baldosas. Traducía libros al francés como una forma de sustento. Había comenzado a trabajar en la contaduría del Supermercado Sarmiento poco tiempo antes de su asesinato."

Semanas antes del hecho había sido amenazado de muerte por su compromiso con la justicia. Molestaba un cura de estos características al establishment. y a las fuerzas de seguridad. Pancho decidió
quedarse a pesar de las amenazas y los jerarcas militares resolvieron eliminarlo como escarmiento público.

Los vecinos en un recitado cantado relataron como se mantuvieron unidos desde de aquella noche de terror, reuniéndose a puertas cerradas en la capilla. Contaron que a veces les parecía ver a padre Pancho mismo parado cerca del altar dándoles aliento. Así pudieron soportar la persecución desatada contra los amigos y conocidos del sacerdote. Algunos años después el obispo finalmente mandó otro sacerdote a la comunidad. Iba quedando atrás la noche de las tinieblas. Así llegaron hasta hoy cuando pueden celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte. La voz de la comunidad: " ¡Pancho! Una comunidad, un barrio, todo un pueblo te recuerda. Desde hoy estás más presente aún en este tu pueblo donde tantos sueños y desvelos forjaste y compartiste con todos. En reconocimiento a esa maravillosa entrega, una calle tiene tu nombre. Una de los cuales caminaste tantas veces con mucho barro y con marea, con tardes polvorientas de verano o escarchadas y frías de invierno donde tan
feliz te sentías y donde también te quitaron la vida. ...Te recordamos con profundo amor y alegría… "

Patricio Rice
19 de febrero 2001

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