Bajo la dictadura de Videla, hubo en Argentina 30.000 detenidos-desaparecidos. En esta cifra hay edades que van desde los 12 a los 76 años. Aunque el grueso de la misma se conforma entre los 20 y los 35 años.
El dictador Videla, dos meses antes del golpe, en una reunión de Comandantes en Jefes realizada en Uruguay, dijo: ”En Argentina correrá toda la sangre que tenga que correr para salvar las instituciones”.
Ya en el país, agregó: ”Nosotros no cometeremos la torpeza de Pinochet, en Chile, que mató mucha gente, ni la de Bordaberry en Uruguay, que encarceló a medio país. No, aquí en Argentina, no habrá ni muertos ni presos, aquí habrá desaparecidos”.
Bajo el régimen de Videla, el gobernador de la ciudad de La Plata, el Gral. Saint Jean, en una entrevista al diario inglés The Guardian, en una frase que dio vuelta al mundo, explicando los alcances de la represión ilegal, dijo: ”primero eliminaremos a los subversivos, después a sus cómplices, luego a sus simpatizantes, por último a los indiferentes y a los tibios”1.
Desde que se implantó la dictadura, el objetivo fue el aniquilamiento del opositor; para ello se instalaron en todo el país centros de detención ilegales, dado que el destino final era el exterminio, los cuales tomaron características de verdaderos campos de concentración, en donde se llegó a comprobar la existencia de hornos crematorios.
Los jóvenes de la película en cuestión (*), fueron secuestrados en la ciudad de La Plata -capital de la provincia de Buenos Aires-, ciudad universitaria por excelencia; con sus centros de ciencias e investigación; con su alumnado revoltoso y rebelde corriendo en las manifestaciones. Eran tiempos que soñábamos y queríamos un Chicho Allende como presidente, y en los ministerios de Economía y Educación, un Che Guevara y un Pablo Freire. Ciudad de la Plata, esa hermosa ciudad, con su cordón fabril, que la abraza desbordándola de obreros, esa ciudad que por su espíritu vivo es dueña de una gran belleza, y por su simetría perfecta, en su trazado, fue llamada la ciudad de las diagonales. Que en una paradoja de la otra cara de la moneda, alberga hoy, un muerto por cuadra. La ciudad que concentra y administra toda la provincia, donde tiene su cede la policía provincial, llamada por lo bajo: “la feroz bonaerense”. En ese tiempo el jefe de la policía de la ciudad era el Gral. Ramón Camps, y su brazo derecho el comisario torturador Miguel Osvaldo Echecolatz. Algunas dependencias policiales fueron convertidas en campos clandestinos de detención. Ellos les dieron el nombre de pozos: “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes”, “Pozo de Arana”, “Pozo El Vesubio”, “Pozo Coti Martínez”, “Pozo Puesto Vazco”, “Pozo El Sheraton”, “Pozo La Chacha”. Estos pozos estaban subordinados al esquema militar de Camps1. Se denominaban pozos porque eran cárceles subterráneas construidas debajo de los cuarteles policiales. Celdas que más parecían mazmorras.
El Gral Camps en la época posterior al golpe del 76, en Madrid, en una entrevista al semanario español Tiempo, se adjudicó personalmente la desaparición de 5.000 personas. En aquella oportunidad dijo: “a algunas de ellas, yo les di sepulturas en tumbas n.n. (no nato)”, señala que los 5.000 desaparecidos bajo su mando están muertos, califica como útiles las desapariciones, aunque considera, que no desaparecieron personas, sino subversivos, y agrega, “hubo que liquidar bastantes periodistas, porque difundían en los medios de comunicación posiciones que atentaban contra la institucionalización vigente”, insiste que “los militares, aplastamos la subversión en el campo militar, aunque en el terreno político, creo que los perdedores hemos sido nosotros, con nuestra blandengería”2.
Cuando vino la democracia en 1983, este general fue detenido en el regimiento tercero de infantería de La Tablada. Allí llegaban sus pares y también los civiles de ultra derecha a consolarlo. El les dijo: “A los desaparecidos de la próxima vez, no se los llamará n.n., sino m.m. (muchos más).
Pero estos generales no triunfaron, porque unidos a todos los que colaboraron con este régimen, se llevarán nuestro más profundo desprecio de todas las personas honestas y progresistas.
La situación de Videla con respecto a la cultura y educación lo llevó junto con el Gral. Viola -el cual sería su sucesor como presidente-, a elaborar unas órdenes secretas que ellos bautizaron “Operativo Claridad”, un eufemismo de su represión clandestina. Lo moldearon junto con el ministro de Cultura y Educación, el católico y derechista Bruera; y este grupo de inteligencia encubierta funcionaría con el nombre de “Recursos Humanos”, que tenía como tarea realizar espionaje dentro de los colegios estatales y privados, elaborar listas negras, obligar a los rectores y docentes a delatar a los sospechosos de ser opositores del régimen. Una vez determinado el grado de peligrosidad proceder a su expulsión o secuestro3. El organismo mencionado pasaba información a los grupos de tareas compuestos por militares, policías y civiles de ultra derecha, que eran las bandas paramilitares llamadas patotas. El secuestro y desaparición de los jóvenes de este tema, son consecuencia directa de esa política.
Fue el Gral. Camps, quien bautizó este operativo con el nombre de “La noche de los lápices”, con una destacada creatividad criminal, porque aludía a estudiantes secundarios que iban a ser secuestrados en esa madrugada4.
Estos jóvenes desaparecidos estuvieron encapuchados y engrillados en dos dependencias pertenecientes directamente bajo la dirección de la policía de la provincia de la ciudad de La Plata: División de cuatrerismo, donde funcionó el campo clandestino, o de concentración, llamado “Pozo de Arana”, y después, en la brigada de investigaciones de Banfield, llamado “Pozo de Banfield”, en donde se reconoció a uno de los torturadores, el comisario Echecolatz5.
Estos generales en su espantosa y animalada política, como todos los ejércitos latinoamericanos, recibieron adiestramiento antisubversivo en las escuelas de contrainsurgencia que los yanquis tenían en Panamá. Históricamente, estuvieron asesorados por ex-nazis, además, recibieron cursos de prácticas de torturas de los franceses veteranos de la intervención en Argelia y asimismo, como del Mosad -servicio de inteligencia israelí-. En su algarabía criminal se levantaron desde el Cono Sur como los luchadores de las espadas más largas de Latinoamérica, en una tercera guerra mundial, que ellos librarían a mansalva contra el comunismo internacional.
Estos fascistas les cayeron a los estudiantes platenses en una madrugada. Los muchachos eran nueve jóvenes de entre 14 y 18 años. Cuando iniciaron su vida colegial, comenzaban a vivir su propia adolescencia; años tiernos; muchos deseos y ansiedades y poca experiencia. La adolescencia es el momento cuando más necesitamos del apoyo de la educación. La adolescencia es en sí, lo que la palabra dice, adolece, falto de. La adolescencia es el joven que está creciendo. Y todo aquel que se encuentra en un proceso de búsqueda e integración, es un individuo frágil, dócil, que puede tomar un desarrollo entre infinitos desarrollos; un camino entre mil caminos6. Ellos tomaron el hermoso camino de la genuina solidaridad, no la de recibir o dar cosas materiales, en una mezcla de caridad y beneficencia, donde tantos sin escrúpulos se lavan la mala conciencia. La verdadera solidaridad es dar al otro el respeto que como ciudadano tiene, es enseñar al otro a conocer, a integrarlo, para que también sea partícipe en la transformación hacia una sociedad mejor; es dar a los demás esas cosas invisibles, que muchas veces son determinantes, como la actitud para la vida, amar tanto a ésta, que se está dispuesto a dar la propia. En pos de la misma; proyectar sobre lol demás los sentimientos internos, que son los humanos y la sensibilidad, para poder llevar de conjunto la gran tarea en común de un futuro pleno de posibilidades para las nuevas generaciones y, muchas veces, todo esto bajo regímenes y sistemas recalcitrantes, que te enseñan a no aprender y te desintegran.
Ellos era hijos de padres progresistas y comprometidos con las luchas sociales, que con gran cariño supieron encaminarlos por estos senderos de luchar por la justicia, no callarse ante los atropellos, y rebeldía ante las adversidades. El sistema caduco y corrupto te llena de miedos, te mantiene en el atraso y te estanca; el camino de la libertad y la militancia te cuesta la vida; ellos eran jóvenes pertenecientes a distintas organizaciones, ya sea Juventud Guevarista, Juventud Peronista, Juventud Comunista y Juventud Vanguardia Comunista. Pero supieron unirse en respeto y armonía, incorporararse a la UES -Unión de Estudiantes Secundarios-, y desde allí, lucharon por reivindicaciones para todo el colegio. En el momento de su detención, su actividad puntual era el problema del transporte. Estaban exigiendo para toda la ciudad la reducción del boleto estudiantil.
Ellos todo lo hacían con la fuerza de esa edad, con amor y enamorados, soñaban, y en sus tiernos labios tarareaban una consigna militante:
¡Decididos a luchar, destinados a vencer!
Ellos no vencieron, porque a los cuatro meses de haber sido secuestrados, fueron asesinados por esos militares fascistas.
Los adolescentes con su ejemplo nos enseñan que morir por una causa justa, como todos los caídos contra el fascismo, los convierten en mártires, por lo tanto, inmortales. Porque los mártires viven con nosotros, jamás nos abandonan, están aquí, en el pensamiento de cada momento, somos su domicilio estanco y el sentimiento de esta pertenencia involuntaria, es un sentimiento mezclado, casi contradictorio, que lo asocio con el exilio, es un castigo y, a la vez, un privilegio.
Notas:
1) Libro: ”Nunca Más”.
2) “Historia de la tortura y el orden represivo en Argentina” de Ricardo Rodríguez Molas.
3) “El Dictador” de María Seoane.
4) Ibis.
5) Ibis.
6) Ibis.
* Este artículo Mario Tenaglia lo escribió para presentar la película 'La noche de los lápices', presentada hace un mes en el local Victor Jara de Estocolmo. Esta película fue mostrada con motivo del vigésimo aniversario de las Abuelas de la Plaza De mayo en Argentina.
Fuente: Resistencia Digital
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