Los vigésimos Juegos Olímpicos se hicieron en Munich, Alemania, en 1972. La tensión que rodeaba el evento en esta ocasión era muy alta porque era el primer Juego Olímpico con sede alemana desde que los Nazis organizaran los de Berlin en 1936. El equipo atleta israelita estaba especialmente nervioso, muchos de sus integrantes eran familiares de víctimas del Holocausto. Al principio todo parecía marchar con normalidad. Los primeros días pasaron sin sobresaltos. Sin embargo, la noche del 4 de septiembre, el equipo de Israel salió al teatro y volvieron tarde a la Villa Olímpica para descansar. Un poco después de las 4 de la madrugada, mientras todo el equipo israelita dormía, ocho miembros de la organización palestina “Septiembre Negro” saltaron la reja que rodeaba la Villa Olímpica, penetrando en el complejo de los deportistas.
Cerca de las 4:30 am, los palestinos encapuchados entraron en el edificio que alojaba a los israelitas, ocupando dos de las habitaciones. Al darse cuenta de la situación, algunos de los deportistas alcanzaron a escapar por la ventana, mientras algunos optaron por esconderse o luchar contra los terroristas. En este momento, dos israelitas fueron asesinados por las armas palestinas, mientras que el resto fue secuestrado, con un total de 9 rehenes. Para las 5:10 am, la policía alemana ya estaba al tanto de la situación y recibía las demandas de los secuestradores: que el gobierno de Israel liberara a más de 200 presos palestinos. Si bien los terroristas fueron alargando el plazo para la negociación, el gobierno de Israel se negó rotundamente a acceder a la liberación de sus presos. Luego de 12 horas de tensión, los secuestradores del Septiembre Negro comenzaron a darse cuenta de que sus demandas no serían satisfechas. Pidieron dos aviones para volar con los rehenes hacia El Cairo, esperando que allí oyeran sus demandas. Los oficiales alemanes accedieron tendiéndoles una trampa que los palestinos descubrieron fácilmente, gracias en gran parte a la transmisión televisiva que, a esa altura de las circunstancias, ya era de carácter mundial. Alrededor de las 10 de la noche, se pactó otro acuerdo y los secuestradores, junto con sus rehenes, fueron transportados en helicóptero hasta el aeropuerto, donde escaparían a Egipto. Pero los esperaba otra emboscada pobremente montada por la policía alemana: dos aviones que visiblemente no podían volar y un grupo de francotiradores principiantes. Nuevamente, los palestinos notaron que se trataba de otra trampa, pero en este caso los francotiradores comenzaron a disparar, ocasionando un tiroteo en la pista del aeropuerto donde dos terroristas y un policía murieron. Sin municiones, la situación se congeló durante una hora y media, tiempo en que tardó la policía alemana en reabastecerse. Cuando los autos y las armas para las fuerzas alemanas llegaron, el grupo de secuestradores supo que era el fin. Uno de ellos saltó a uno de los helicópteros donde mantenían cautivos a los deportistas israelitas y le disparó a cuatro de ellos. Luego les arrojó una granada. Otro terrorista, en el segundo helicóptero, usó su metralleta para matar a los cinco rehenes que estaban con él.
Los francotiradores y la policía mataron a tres palestinos más en un segundo tiroteo. Tres terroristas sobrevivieron el ataque y fueron llevados bajo custodia, pero tuvieron que ser liberados dos meses después, cuando otros miembros de la organización Septiembre Negro secuestró un avión y amenazó con volarlo si no eran liberados. La incapacidad para impartir justicia en el marco legal ocasionó una seguidilla de violencia y sangre entre palestinos e israelitas, desde bombardeos sobre Palestina, secuestros, asesinatos, hasta la operación “Cólera de Dios”, organizada por sectores gubernamentales israelitas para asesinar a los responsables del grupo Septiembre Negro. La planificación de estos objetivos fue retratada recientemente en la película Munich, dirigida por Steven Spielberg en el 2005. En cuanto a los Juegos Olímpicos de 1972, fue curiosa la decisión de no interrumpirlas a pesar de la masacre de Munich. Sólo se tomaron unos minutos de silencio por lo ocurrido, y las banderas hondearon a media hasta, todas menos la de Arabia Saudita, que se negó a guardar luto por las muertes del 5 de septiembre. La denominada masacre de Múnich tuvo lugar en la ciudad de Múnich, en el estado de Baviera (Alemania) el 5 de septiembre de 1972, durante la XX edición de los Juegos Olímpicos de verano. Ese día un comando de terroristas palestinos denominado Septiembre Negro tomó como rehenes a once de los veinte integrantes del equipo olímpico de Israel. El ataque condujo finalmente a la muerte de los once atletas israelíes, de cinco de los ocho terroristas y de un oficial de la policía alemana. La tragedia sería vista en todo el mundo a través de la televisión.
El asalto terrorista
El 4 de septiembre, los atletas israelíes habían estado disfrutando de una salida nocturna por la ciudad, antes de regresar a la villa olímpica. Hacia las 4:40 del día 5, mientras los deportistas dormían, ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, vestidos con chandal y llevando pistolas y granadas en bolsas de deporte, escalaban la verja de dos metros que rodeaba el complejo. Fueron ayudados por deportistas del equipo estadounidense que desconocían su verdadera identidad y que creían que, como ellos, querían acceder furtivamente a sus apartamentos tras una noche de diversión. El entrenador del equipo de lucha, Moshé Weinberg, de 33 años, oyó un ruido tras la puerta del primer apartamento, observando que alguien abría ligeramente la puerta, se abalanzó sobre ésta dando un grito de alerta, mientras intentaba cerrarla forcejeando con los terroristas. En la confusión, nueve atletas pudieron escapar, y otros ocho se ocultaron. El luchador Joseph Romano, que en ese momento volvía de comer en un restaurante, agarró el arma a uno de los terroristas, pero resultó muerto por un disparo. Asimismo, Moshé Weinberg fue asesinado cuando intentó atacar a uno de los asaltantes con un cuchillo de fruta. Tras la muerte de éste, los terroristas tomaron como rehenes a nueve integrantes del equipo: David Berger, Ze'ev Friedman, Joseph Gottfreund, Eliezer Halfin, Andrei Schpitzer, Amitsur Shapira, Kahat Shorr, Mark Slavin y Yaakov Springer. Posteriormente se divulgó que los secuestradores eran fedayines palestinos de los campos de refugiados del Líbano, Siria y Jordania. Eran Luttif Afif (el jefe del grupo; tres de sus hermanos eran también miembros de Septiembre Negro, dos de ellos en prisiones israelíes), Yasuf Nasal, Afif Abmed Hamid, Khalid Jawad, Ahmed Chic Thaa, Mohammed Safady, Adnan Al-Gashey y su sobrino Jamal Al-Gashey. El grupo exigía la liberación de 234 palestinos presos en cárceles israelíes y dos más encarcelados en Alemania, así como su traslado seguro a Egipto. La respuesta de Israel fue inmediata y contundente: no habría negociación. Las autoridades alemanas, bajo la dirección del canciller Willy Brandt y el ministro del Interior Hans-Dietrich Genscher rechazaron el ofrecimiento por parte de Israel de enviar un grupo de fuerzas especiales de su país. La policía alemana que tomó parte en la operación, no contaba con entrenamiento especializado en operaciones de rescate de rehenes.
El fallido rescate
El plazo para la ejecución de los deportistas pasó de tres a cinco horas tras las conversaciones llevadas a cabo por las autoridades germanas. El jefe de policía alemán Manfred Schreiber y Ahmed Touni, que encabezaba la delegación olímpica egipcia, negociaron directamente con los secuestradores ofreciéndoles una ilimitada cantidad de dinero. Los embajadores de Túnez y Libia en Alemania también ayudaron intentando ganar concesiones de los secuestradores, pero fue inútil. Finalmente los terroristas exigieron un transporte para El Cairo. Las autoridades fingieron llegar a un acuerdo y, a las 22:10, dos helicópteros transportaron a los asaltantes y a sus rehenes a una base aérea en penumbra próxima a Fürstenfeldbruck, donde un avión Boeing 727 de Lufthansa les estaba esperando. Los secuestradores creyeron que estaban en Riem, el aeropuerto internacional cercano a Múnich. Las autoridades habían planeado un asalto sobre ellos en el aeródromo. Cinco francotiradores alemanes fueron seleccionados para disparar a los secuestradores. Ninguno tenía una preparación especial en este tipo de acciones y fueron elegidos porque practicaban el tiro de forma competitiva los fines de semana (posteriormente uno de ellos reconocería que no se consideraba un tirador de élite).[1] [2] En los 75 minutos que pasarían antes del fatal desenlace, las autoridades policiales germanas solicitaron tardíamente tanquetas, las cuales tardarían 30 minutos en llegar debido al denso tráfico. Los helicópteros aterrizaron a las 22:30 en el aeropuerto. A las 23:03, dos terroristas bajaron de los aparatos, caminaron hacia el avión y se volvieron. Seguidamente, otros dos descendieron empujando a dos de los rehenes, quienes llevaban sus manos atadas a la espalda. Viendo que el avión estaba vacío y sabiéndose engañados, los terroristas regresaron precipitadamente hacia los helicópteros. En ese momento el aeropuerto fue súbitamente iluminado con bengalas y focos y las autoridades alemanas dieron la orden de abrir fuego. Los cinco tiradores emboscados no disponían de radios para coordinar su fuego, y carecían de rifles de precisión y de teleobjetivos o dispositivos de visión nocturna. En el caos que sobrevino, dos secuestradores que estaban cerca de uno de los pilotos fueron eliminados. Otros tres terroristas se parapetaron detrás de los helicópteros, fuera del alcance de las luces, y comenzaron a disparar. Uno de los policías que estaba en la torre de control murió al alcanzarle una de las balas. Los pilotos del helicóptero lograron escapar, no así los rehenes, quienes permanecían atados brazos en alto al techo en el interior del aparato. A media noche, se exigió a los secuestradores que se rindieran. Cuatro minutos más tarde, uno de los terroristas saltó del primer helicóptero lanzando una granada a su interior, que explotó con cuatro atletas israelíes y un piloto en su interior. Antes de que el fuego de la primera explosión alcanzase el depósito de gasolina del segundo helicóptero, Luttif Afif y otro secuestrador salieron del aparato y comenzaron a disparar a la policía. Éstos respondieron a los disparos, abatiendo a ambos. Los rehenes del segundo helicóptero murieron durante el tiroteo (posteriormente se señalaría que fueron ametrallados por un tercer asaltante). Los tres terroristas restantes fueron capturados.
El impacto en los Juegos
Sorprendentemente, la competición olímpica solo se suspendió por un día, el 5 de septiembre, a pesar de que diferentes personalidades pidieron su suspensión. El presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, y otros miembros del COI decidieron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los juegos. Al día siguiente se celebró en el estadio olímpico un memorial por los muertos al que asistieron 80.000 espectadores y 3.000 atletas. Avery Brundage no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados durante su discurso, en que elogiaba la fuerza del movimiento olímpico. Este hecho enojó a los israelíes y a mucha de la gente allí presente. Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil. Las naciones árabes de donde eran los terroristas lo veían como una claudicación frente a Israel. El 5 de septiembre el equipo olímpico israelí anunció que abandonaba Múnich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad. El equipo egipcio dejó los juegos el 7 de septiembre, temiendo posibles represalias. Los familiares de las víctimas solicitaron al COI levantar un monumento permanente en memoria de los atletas fallecidos, pero éstos declinaron la petición, alegando que el hecho de hacer una referencia explícita a las víctimas podría enojar al resto de la comunidad olímpica.
(Fuente Wikipedia)
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