20090504
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo
El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo fue un movimiento carismático dentro de la Iglesia Católica argentina, que intentó articular la idea de renovación de la Iglesia subsiguiente al Concilio Vaticano II con una fuerte participación política y social; formado principalmente por sacerdotes activos en villas miseria y barrios obreros, entre 1967 y 1976 fue uno de los canales por los se canalizó la acción social, muy cercano a organizaciones de la izquierda peronista y en ocasiones al marxismo.
El movimiento renovador dentro de la Iglesia Católica había dado varios frutos muy visibles en años anteriores, en especial las modificaciones en el culto y en la orientación secular de la iglesia establecidas en el Concilio Vaticano II y las indicaciones sobre la implicación de la Iglesia en la acción social contenidas en la encíclica Populorum Progressio dictada por el papa Pablo VI. En 1967 el obispo brasileño Hélder Câmara lideró un grupo de 18 obispos de Latinoamérica, Asia y África que redactó una proclama, en la que se vinculaba la situación de pobreza y desamparo de los ciudadanos del Tercer Mundo con la explotación a la que las corporaciones multinacionales, con el aval de los gobiernos de los países industrializados, los sometían, y expresando el compromiso religioso con la mejora de la misma. En agosto de 1968, la reunión de la Conferencia Episcopal Latinoamericana en la ciudad colombiana de Medellín llegó a conclusiones similares; el documento redactado por la misma declaró el compromiso de la Iglesia en la mejora de la situación de los pobres, actuando sobre las situaciones que originaban la miseria. La adaptación al momento político, de acuerdo a la CELAM, obligaba a los sacerdotes a avalar acciones políticas de diferente cariz —revolucionarias, pacíficas o violentas— en los distintos contextos nacionales.
La reacción al documento de Medellín encontró a la curia argentina ya en efervescencia; tres sacerdotes porteños, Héctor Botán, Miguel Ramondetti y Rodolfo Ricciardelli, habían hecho circular unos meses antes el Manifiesto de los 18 Obispos, proponiendo entre sus colegas la formación del MSTM. Las respuestas fueron numerosas, y para fines de ese año más de 200 curas se habían integrado al mismo. El primer encuentro, realizado en mayo de 1968, contó con el aval tácito de los obispos Guillermo Bolatti, Enrique Angelelli, Alberto Devoto, Jerónimo Podestá, Jaime de Nevares, Adolfo Tortolo y Vicente Zaspe, aunque ninguno de ellos llegó a formar parte del movimiento.
Junto con numerosos laicos, el MSTM se dedicó al trabajo social en zonas marginales, además de apoyar las reivindicaciones obreras. La cercanía con los sindicatos aproximó a muchos de sus miembros al movimiento peronista.
La deriva teológica no tardó en recibir duras condenas del episcopado. Un comunicado del MSTM que abogaba por la socialización del poder económico, político y cultural y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción fue declarado contrario a la doctrina eclesiástica.
Otras diferencias concernían a la posición política; incluso dentro del mismo peronismo, la línea más próxima a la cúpula sindical promovía una concepción relativamente verticalista, mientras que las posiciones del interior abogaban por una estructura más descentralizada. Finalmente, otros eran afines al marxismo, en especial la línea guevarista. Estas diferencias llevaron a una fuerte ruptura en el encuentro de 1973, en que se mostraron irreconciliables; aunque la acción individual de los sacerdotes no disminuyó, dejaron de presentar un frente organizado. Junto con el recrudecimiento de la represión, tras la muerte de Perón y el ascenso de José López Rega, el movimiento perdió capacidad de acción y acabó por disolverse unos años más tarde. Aunque algunos de sus miembros abandonaron la iglesia, especialmente para contraer matrimonio, la mayoría permaneció en la misma; un estudio de 1988 indicaba que un 67% conservaba aún su estado clerical.
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