20090227

Malcom X


Educado en el seno de una familia creyente que abogaba por el regreso de los negros a Africa, Malcolm Little viviría una dura infancia, repleta de desagradables vivencias. Uno de los hechos que más le marcó en esta época sucedió en Michigan, donde tuvo que sufrir la crueldad del Ku Klux Klan, y presenciar como quemaban su casa. La organización racista fue la responsable del asesinato de su padre. Esta situación llevó a su madre a un psiquiátrico.
Su juventud discurrió en un reformatorio, donde permaneció durante cuatro años hasta que le acogió una familia de Michigan. Cuando cumplió los diez años se fue a vivir a Boston con una de sus hermanas. En esta ciudad desempeñó varios trabajos pero no tardó en rodearse de malas compañías y dejarse convencer por el dinero fácil, procedente de la droga y la prostitución. Finalmente fue condenado e ingresó en prisión. Estando en la cárcel entraría en contacto con el movimiento promovido por Elijah Muhammad, conocido como Black Muslims. Sus postulados sostenían que la raza negra era superior a la blanca y defendía la creación de un estado independiente para los negros. Malcolm atraído por la filosofía de este movimiento se convirtió a la religión musulmana y cambió su apellido por X. A partir de entonces se preocupa por conocer las raíces de este movimiento. En 1952 es puesto en libertad y se traslada a Detroit, para integrarse en el grupo de Elijah Muhammad, con el que comienza a viajar por todo el país para predicar su ideología. El carisma de Malcolm X fue uno de los aciertos para ver cómo el número de adeptos iba en aumento. El éxito es tal que en 1961 sale a la luz la publicación "Muhammad Speaks". Con el fin de tener más seguidores se dirigió a Nueva York, concretamente a Harlem. Allí es donde se consolidó su liderazgo. Mostró su apoyo a "Black Power", uno de los grupos más radicales pero también con mayor poder de convocatoria. Defendía la creación de un estado negro y para ello justificaba la violencia como medio de autodefensa. Esta actitud le costó la condena de otros organismos oficiales. Cuando Kennedy fue asesinado, publicó un artículo con el título "El que la hace la paga" y con un contenido altamente crítico hacia la raza blanca. Sin embargo, su opinión despertó la ira de sus propios compañeros del movimiento y fue expulsado. Entonces fundó la Organización de la Unidad Afro-Americana, a través de la cual legitimaba el empleo de la violencia. Malcolm incluso peregrinó a La Meca y adoptó el nombre de El Hajj Malik al-Shabazz. En estos años las relaciones entre la OAAU y el Black Muslims fueron a peor y en 1965 a la salida de un mitin Malcolm recibió un disparo que acabó con su vida. La responsabilidad se atribuyó a Black Muslims. "The Autobiography of Malcolm X", escrita por el Alex Haley y publicada en 1965, recoge la vida de este personaje.

20090225

4 años sin Pappo.


Como se te extraña carpo!


Solo en este mundo

Solo, he decidido estar solo,
solo, he decidido estar solo,
he probado estar contigo,
y no logro escuchar tu voz.

Hoy he nacido,
y grito mi voz,
quiero que te enteres,
de mi aparición.

Mis amigos me conocen,
y con tan sólo mirar,
saben que quiero estar solo,
entonces decidí viajar;
verificar el aceite,
cargar mi amplificador,
darme cuenta de una cosa,
tu estúpida predicción,
había resultado ser falsa,
por eso de aquí hoy me voy,
hoy me voy, solo.

Hoy he nacido,
y grito fuertemente mi voz,
quiero que te enteres nena,
de mi humilde aparición.

Pero, solo, he decidido estar solo,
he probado estar contigo,
y no logro escuchar tu voz.

20090218

MARTIRIO DEL PADRE "PANCHO" FRANCISCO y ARNOLDO SOARES


"Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto." Jn. 12,24

La escena en la madrugada del 13 de febrero de 1976 lo pudo haber sido más macabra en la pequeña vivienda al lado de la capilla del madera en el barrio de Carupá, (Provincia de Buenos Aires),. El vecino que se acercó temprano como era su costumbre diaria para convidar al padre Pancho con unos mates quedó tan impresionado que prefiere el silencio para describir el crimen. El cuarto del sacerdote estaba cubierto de sangre, su cuerpo totalmente desfigurado y sus sesos desparramados por el piso. Los militares de la Brigada de Tigre habían operado de tal forma que nadie en el barrio escuchó nada. Aunque, se sabe, que el terror pudo haber sido tan efectivo como silenciadores. Arnoldo, un hermano discapacitado del sacerdote, también recibió varios impactos de bala y falleció, luego de una agonía de varios meses, en el hospital local.

Casi inmediatamente después, algunas mujeres azoradas juntaron los sesos del sacerdote en una pequeña caja que enterraron bajo el altar de la capilla. Hoy día son los únicos restos que han quedado de las víctimas ya que en 1978 los cuerpos de ambos hermanos fueron substraídos misteriosamente del cementerio de Tigre y nunca más sus familiares han sabido de su paradero. Según el otro hermano de Pancho, la voluntad militar de borrar a los Soares de la Argentina llegó a tal extremo que cuando hace unos años hizo un trámite en el Registro Nacional de Personas se encontró con la novedad de que no quedó allí ningún expediente de la familia. Los Soares llegaron de Sao Paulo Brasil al país en los años veinte pero todo fue destruido en el Registro. El estado argentino no tenía antecedentes
si quiera de la existencia legal del sacerdote.

El padre Soares y su hermano estuvieron entre las primeras víctimas eclesiásticas de los militares. Y es llamativo constatar que el mismo ensañamiento con las víctimas evidenciado en Carupá se repite en casi todos los otros ataques contra gente de la iglesia (Mons. Angelleli, los curas de Chamical, el masacre e San Patricio, las hermanas francesas, los hermanos de la Fraternidad de Foucauld...). La forma del asesinato o secuestro no dejó dudas sobre el odio explícito de los asesinos hacia sus víctimas. Sin duda, fue la contracara al apoyo que la parte más importante de la a jerarquía brindaba a los militares durante esos años. Si no, ¿cómo se puede explicar la tibia reacción episcopal ante crímenes particularmente atroces contra su propia gente? ¿Quien enseñó a los militares a odiar con tanta furia a los curas, obispos y monjas llamados "del Tercer Mundo" sino los propios capellanes militares como los obispos Bonamín, Tortola , Medina etc quienes habían denunciado a estos sectores como traidores a la "fe católica, apostólica y romana" desde los años sesenta.? Esta complicidad eclesial permitió a la dictadura militar sembrar terror en las comunidades parroquiales y solo hoy se está logrando reponerse definitivamente de esta situación para re-encontrarse con su propia historia. No podemos sino estar muy animados por las respuestas que están surgiendo en las comunidades alrededor de la memoria de los mártires de la Iglesia. Un movimiento protagonizando por la gente y acompañada por el clero como pudimos palpar en Carupá.

En la noche de martes pasado 13 de febrero tuvo lugar la misa concelebrada en homenaje al padre Pancho en la parroquia de "Nuestra Señora de Carupá". Se ha construido una guardería en el lugar mismo del crimen y en la entrada del predio hay una cruz con la foto del sacerdote mártir - vestido con sotana y una mirada profunda pero acogedora Su presencia está en todo los rincones del lugar. Un azulejo marca el sitio donde está enterrada la caja con sus restos. La nueva capilla es verdaderamente bella en su sencillez y ha permitida que la antigua capilla de madera
siga recorriendo la zona para ser ubicada en los barrios. La misa fue presidida por el párroco Harvey Ballance quien vino hace casi 30 años desde New Jersey en los Estados Unidos. El homenaje se ha
establecida como un evento anual donde concurre también el obispo local Jorge Casaretto. Esta vez no pudo estar pero estuvo su vicario y en una actitud muy abierta los sacerdotes dejar la voz principal en la celebración a los familiares de Pancho y a los representantes de la comunidad. Y sus testimonios fueron bien impactantes: Contaron de un hombre que hizo una importante carrera eclesiástica desde sus estudios en Francia, su ordenación sacerdotal en 1945, sus trabajos en Chile, su breve estadía en un monasterio de La Trapa en Francia hasta que en 1963 llegó a San Isidro para dedicarse a los pobres. El obispo lo asignó a la zona de San Fernando y e 1966 se instaló definitivamente en Carupá. Escribieron los vecinos: "La acción y testimonio que el padre Pancho da en los barrios hace que se gane el cariño de la gente. Sus ojos mansos y su mirada sincera, con ese rostro sonriente, denotan su felicidad al poder compartir todas sus necesidades y su exquisita vida interior con los vecinos del lugar.

En sus comienzos instala un taller de zapatos y una cooperativa de la Comunidad Juan XXIII donde se fabrican baldosas. Traducía libros al francés como una forma de sustento. Había comenzado a trabajar en la contaduría del Supermercado Sarmiento poco tiempo antes de su asesinato."

Semanas antes del hecho había sido amenazado de muerte por su compromiso con la justicia. Molestaba un cura de estos características al establishment. y a las fuerzas de seguridad. Pancho decidió
quedarse a pesar de las amenazas y los jerarcas militares resolvieron eliminarlo como escarmiento público.

Los vecinos en un recitado cantado relataron como se mantuvieron unidos desde de aquella noche de terror, reuniéndose a puertas cerradas en la capilla. Contaron que a veces les parecía ver a padre Pancho mismo parado cerca del altar dándoles aliento. Así pudieron soportar la persecución desatada contra los amigos y conocidos del sacerdote. Algunos años después el obispo finalmente mandó otro sacerdote a la comunidad. Iba quedando atrás la noche de las tinieblas. Así llegaron hasta hoy cuando pueden celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte. La voz de la comunidad: " ¡Pancho! Una comunidad, un barrio, todo un pueblo te recuerda. Desde hoy estás más presente aún en este tu pueblo donde tantos sueños y desvelos forjaste y compartiste con todos. En reconocimiento a esa maravillosa entrega, una calle tiene tu nombre. Una de los cuales caminaste tantas veces con mucho barro y con marea, con tardes polvorientas de verano o escarchadas y frías de invierno donde tan
feliz te sentías y donde también te quitaron la vida. ...Te recordamos con profundo amor y alegría… "

Patricio Rice
19 de febrero 2001

20090216

LA GUERRA DE VIETNAM


Guerra de Vietnam: enfrentamiento militar que tuvo lugar en Vietnam desde 1959 hasta 1975, cuyo origen fue la determinación de las guerrillas comunistas (el llamado Vietcong) de Vietnam del Sur, apoyadas por Vietnam del Norte, de derrocar al gobierno survietnamita. El enfrentamiento desembocó en una guerra entre ambos países que pronto se convirtió en un conflicto internacional cuando Estados Unidos y otros 40 países más apoyaron a Vietnam del Sur, mientras que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la República Popular China suministraron municiones a Vietnam del Norte y al Vietcong.

El conflicto también afectó a Laos, donde el Pathet Lao (comunista) combatió al gobierno desde los años 1965 hasta 1973 y logró derrocar el régimen monárquico en 1975, y también involucró a Camboya, cuyo gobierno se rindió en 1973 ante el grupo comunista Jemer Rojo. (Ver Fracasos de la Guerra Fría)

La Guerra de Vietnam, tercer y último conflicto tipo del periodo

Antecedentes: revolución e independencia. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Indochina era una unión de países bajo dominio colonial francés, formada por Cochinchina, Camboya, Annam, Tonkín y Laos.

El proceso de descolonización e independencia se inicia formalmente en 1940 coincidiendo con la ocupación de las fuerzas japonesas sobre el territorio, aunque ya desde el periodo entreguerras habían comenzado a surgir movimientos nacionalistas, entre los que destacan el Partido Nacional de Vietnam y el Partido Comunista Indochino que llegan a unirse bajo la dirección de Ho Chi Minh.

Cuando Japón es derrotado en 1945, los países de la Indochina francesa buscaron aprovechar la oportunidad para separarse de la unión y proclamar su independencia, en un intento por evitar que los franceses regresasen a recuperar la soberanía colonial.

En septiembre de 1945 es derrocado Bao-Dai, quien desde 1926 había gobernado Vietnam como emperador bajo control de Francia, y es proclama da la independencia de la República Democrática de Vietnam (del Norte) por la Liga Vietminh de partidos nacionalistas que, bajo predominio del Partido Comunista, es encabezada por Ho Chi Minh. Este es elegido como presidente del nuevo país —integrado por Cochinchina, Annam y Tonkín— y establece su gobierno en la ciudad de Hanoi. Por las mismas fechas se independizaron Camboya y Laos cada una por separado, proclamando las repúblicas respectivas. Pero al regresar los franceses en octubre de 1945, estos tres pueblos inician una larga lucha libertaria.

Partición de Vietnam.
En principio, Francia dio su reconocimiento al nuevo Estado de Vietnam presidido por
Ho Chi Minh, pero la imposibilidad de lograr acuerdos políticos y económicos satisfactorios entre ambos países condujo al enfrentamiento armado, iniciado en diciembre de 1946. Con respaldo de Francia, Bao—Dai instauró el Reino de Vietnam (Vietnam del Sur) enjulio de 1949 y fijó la nueva capital en Saigón (actual Ciudad de Ho Chi Minh). De esta manera el país quedaba dividido en dos partes, una contra la otra.

Estados Unidos
reconoció oficialmente al régimen de Saigón en 1950 y el presidente Truman envió un grupo de “asesores” militares para adiestrar sudvietnamitas en el manejo de armamento estadounidense. La guerra entre Francia y el Vietminh llegó a su fin cuando las fuerzas de Ho Chi Minh ocuparon la base francesa de Dien Bien Phu, el 8 de mayo de 1954.

Ese mismo día, en busca de una solución diplomática al conflicto, se celebra la Conferencia de Ginebra en la que se reunieron los delegados de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur con los de Francia, Gran Bretaña, la URSS, Estados Unidos, China, Laos y Camboya, con el propósito de discutir el futuro de toda Indochina. Los acuer­dos más importantes fueron: la retirada de los franceses de Vietnam y en general de Indochina; el armisticio para Vietnam; la división temporal de Vietnam en dos países separados por el paralelo 17, uno al norte bajo régimen comunista, y otro al sur en manos del gobierno de Saigón; el reconocimiento de la independencia de Vietnam del Norte; se estableció además que en 1956 habrían de celebrarse elecciones para la reunificación del país.

Pero además de que estos acuerdos no fueron cumplidos en su totalidad, esta región pronto empezó a verse involucrada en el conflicto Oriente-Occidente, debido a la expansión del comunismo proveniente de China sobre territorio vietnamita y a la intervención de Estados Unidos para contrarrestarla. Este país brindó ayuda militar al régimen de Saigón y llevó a cabo actividades encubiertas contra el gobierno de Hanoi. En octubre de 1955, Bao-Dai fue depuesto como resultado de un referendum, y se proclamó la República de Vietnam del Sur con Ngó Dinh Diém como presidente, con apoyo de la oligarquía latifundista local. Al ocupar el poder, Diém anunció que su gobierno se negaba a realizar elecciones para la reunificación, con el argu­mento de que habría fraude electoral pues la población del Norte no sería libre para expresar su deseo

No obstante, el gobierno comunista de Hanoi proclamó su firme propósito de reunificar el país bajo su hegemonía. La paz acordada en Ginebra comenzó a deteriorarse y, hacia enero de 1957,
la Comisión Internacional creada para la aplicación de los acuerdos de Ginebra denunció las violaciones del armisticio, cometidas tanto por Vietnam del Norte como por Vietnam del Sur. A lo largo de ese año, los simpatizantes comunistas que habían emigrado al Norte tras la división del país comenzaron a regresar al Sur.

Estos activistas constituyeron el Vietcong (abreviación de Vietnam Con gsan; en vietnamita, “Vietnam Rojo”) y empezaron a realizar sabotajes contra ins­talaciones militares estadounidenses, y en 1959 iniciaron ataques guerrilleros contra el gobierno de Diém. Al año siguiente, para demostrar que el movimiento guerrillero era independiente, el Vietcong creó su propio brazo político, llamado Frente Nacional de Liberación (FNL), con sede en Hanoi.

El gobierno de Vietnam del Sur contó con la ayuda de Estados Unidos, cuyo gobierno firmó en abril 1961 un tratado de amistad y cooperación con este país; en diciembre del mismo año, el presidente Kennedy se comprometió a colaborar para mantener su independencia, amenazada por la expansión del comunismo de la China maoísta. Así empezaron a llegar a Saigón las primeras tropas estadounidenses, aunque se hizo saber que no eran unidades de combate. Diém intentó sin éxito destruir la influencia comunista en su territorio, pero su gobierno no pudo sostenerse mucho tiempo debido a varias razones: su intolerancia con la oposición, su favoritismo hacia los católicos con el descontento de los budistas, y el fracaso de sus programas económicos. Estos factores llevaron a una sublevación que con apoyo de los comunistas del Norte dio en 1963 un golpe de Estado militar que puso fin al gobierno de Diém.

En la confusión política que siguió al golpe de Estado, la situación en Vietnam del Sur continuó deteriorándose y en los siguientes dieciocho meses el país tuvo diez gobiernos diferentes. Por fin, en 1965 se formó un Consejo Director Nacional presidido por el militar anticomunista Nguyén Van Thieu, que restauró el orden político; dos años más tarde se celebraron elecciones y Thieu fue electo presidente. Pero aquella inestabilidad había propiciado el avance de los comunistas del Vietcong en Vietnam del Sur y esto preparó el camino hacia la intervención directa de Estados Unidos.

G
uerra de Vietnam.
A comienzos de 1964, el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, aprobó el bombardeo sistemático de Vietnam del Norte y el envío de tropas de combate a Vietnam del Sur, con lo que se inició la implicación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, que tan nefastas consecuencias trajo en la historia política de este país.

En agosto de 1964, fuerzas vietnamitas atacaron naves estadounidenses en el golfo de Tonkín. En respuesta, Johnson ordenó el bombardeo de bases navales y oleoductos de Vietnam del Norte, para defenderse contra cualquier ataque y estar prevenidos para futuras agresiones a las fuerzas armadas estadounidenses. De esta manera, sin que nunca llegara a deciararse oficialmente la guerra, Estados Unidos comenzó a extender su potencial militar sobre un área cada vez más amplia de
la península Indochina. Mientras tanto, el FNL empezó a recibir apoyo diplomático y militar de Vietnam del Norte.

Hacia 1965, las fuerzas estadounidenses generalizaron los bombardeos sobre Vietnam del Norte, aumentando el número de tropas de Estados Unidos en Vietnam del Sur, en la confianza de que impondrían su superioridad militar. Pero los bombardeos —que produjeron enormes daños en las cosechas, en las vías de comunicación y en los centros industriales de los dos Vietnam, además de causar la muerte a un millón de civiles— no lograron someter a los rebeldes en Vietnam del Sur, ni consiguieron que los del Norte dejaran de prestar ayuda al FNL.

El efecto de las acciones bélicas de EE.UU. fue màs bien contraproducente al estimular la resistencia nacionalista de los vietnamita. También originó en la propia sociedad estadounidense un fuerte movimiento de rechazo hacia la inter­vención de su gobierno en Indochina, actitud que se relacionó en gran medida con los disturbios sociales ocurridos en los años sesenta en la Unión Americana. En los primeros meses de 1968, el gobierno estadounidense, presionado por la opinión pública de su país, había llegado a la conclusión de que la Guerra de Vietnam no se podría ganar.

El 31 de marzo, el presidente Johnson anunció la paralización de los bombar­deos sobre Vietnam del Norte, gesto que encontró una respuesta positiva de Hanoi, y en mayo siguiente comenzaron en París las conversaciones de paz entre Estados Unidos, Vietnam del Norte, Vietnam del Sur y el Frente Nacional de Liberación del Vietcong. Los primeros resultados de las negociaciones fueron negativos a pesar que las incursiones aéreas estaudinenses habían cesado por completo en noviembre de ese mismo año.

volvió a enviar fuerzas militares a Indochina, invadiendo parcialmente a Camboya y Laos, países a los que se había extendido ya el comunismo. Esta nueva intervención tampoco tuvo éxito y, en cambio, dio lugar a que aumentara el rechazo de la población estadounidense hacia la presencia militar de su país en Vietnam. Las negociaciones se mantenían estancadas, ya que las propuestas de paz no eran consideradas satis­factorias para las partes en conflicto. Mientras tanto, las acciones bélicas continuaban e incluso se recrudecían y Estados Unidos recurría al uso intenso de bombardeos sobre Vietnam del Norte, sin lograr derrotarlo.

Por fin, el 27 de enero de 1973, las delegaciones de Estados Unidos, Vietnam del Sur, Vietnam del Norte y del Gobierno Revolucionario Provisional (instaurado en una porción de Vietnam del Sur por el FNL) concluían las negociaciones de la Conferencia de París, firmándose unos acuerdos por los que se establecía el cese del fuego y la retirada estadounidense de Vietnam del Sur. En marzo siguiente, los acuerdos se complementaron con otro que preveía la unificación de los dos territorios. Tras la retirada de las tropas estadounidenses, la guerra continuó por dos años más hasta que, en abril de 1975, se consumaba la victoria total del FNL y el fracaso definitivo de los Estados Unidos, con la toma de Saigón y la unión entre el Norte y el Sur,procla­mándose la República Socialista de Vietnam en abril de 1976.

Consecuencias.

La Guerra de Vietnam marcó un hito en la historia militar convencional, tanto por la amplitud del combate guerrillero como por el creciente uso de los helicópteros, que proporcionaron una gran movilidad en terrenos difíciles. Además, fue esencialmente una guerra del pueblo porque la mayor parte de la población civil fue movilizada para algún tipo de participación activa y padeció la situación de guerra casi en las mismas circunstancias que las fuer­zas militares. El amplio uso que hizo Estados Unidos de armas químicas como el napalm, mutiló y mató a miles de civiles; en tanto que el empleo de defoliantes, principalmente el llamado “agente naranja” utilizado para eliminar la cobertura vegetal, no sólo devastó el medio ambiente de un país esencialmente agrícola, sino que dejó perjudiciales secuelas para la salud física de los seres humanos —vietnamitas y estadounidenses— que estuvieron en contacto con ese agente químico.

Como resultado de ocho años de utilización de estas tácticas bélicas, se estima que murieron más de dos millones de vietnamitas, tres millones fueron heridos y cientos de miles de niños quedaron huérfanos. La pobla­ción refugiada se ha calculado en 12 millones de personas; entre abril de 1975 y julio de 1982 aproximadamente 1 218 000 refugiados fueron reubicados en más de 16 países; otros 500 000 intentaron huir de Vietnam por mar, pero murió aproximadamente entre 10 y 15%, y los que sobrevivieron se enfrentaron más tarde con las trabas y cuotas de inmigra­ción incluso en aquellos países que habían aceptado acogerlos.

Las pérdidas humanas estadounidenses alcanzaron la cifra de 57
.685, además de 153.303 heridos. En el momento del acuerdo de alto al fuego había 587 prisioneros de guerra entre militares y civiles, los cuales fueron posteriormente liberados en su totalidad; sin embargo, una estimación actualizada no oficial calcula que todavía quedan unos 2.500 desaparecidos.

La Guerra de Vietnam también fue un hito en la historia de Estados Unidos. La derrota constituyó un golpe profundo al orgullo estadounidense y a la creencia de que su nación era invencible; afectó la confianza de los ciudadanos en su sistema de gobierno y se sintieron engañados por los líderes políticos que su voto había llevado al poder, pues les habían dado informes falsos acerca de la guerra.

Este sentimiento se hizo extensivo a los soldados que regresaban de Vietnam quienes heridos física y moralmente, no fueron bienvenidos en su patria, ni recibieron tratamiento de héroes. Muchos de esos soldados pasaron por grandes dificultades para conseguir trabajo y readaptarse a la vida familiar; de acuerdo con datos del Departamento de Veteranos, medio millón de ellos sufrían problemas psicológicos relacionados con las experiencias de la guerra. El síndrome de Vietnam dejó huellas imborrables en toda una generación de jóvenes y en sus familias, tanto por los daños físicos producidos por las heridas de guerra y la exposi­ción a los agentes químicos, como por el efecto psicológico provocado por el terrible recuerdo de la muerte y sufrimientos de numerosos civiles vietnamitas indefensos.

En el ámbito político internacional, la Guerra de Vietnam trajo consigo el desprestigio para Estados Unidos, en un mundo conmocionado por las imágenes que recibía a través de la televisión y de la prensa escrita, acerca de una guerra que se prolonga inútilmente por la presencia de Estados Unidos. En cambio, el bloque comunista salió fortalecido con la integración de un nuevo país miembro en un área de influencia de gran valor estratégico.

20090210

El Concilio Vaticano II y La Teología de la Liberación


LA IGLESIA TRAS EL CONCILIO VATICANO II
Angelo O. Roncalli (1881-1963) se convirtió en el Papa Juan XXIII en 1958, tras la muerte de Pío XII. El nuevo pontífice fue el encargado de renovar la Iglesia católica a través del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962. Su finalidad, era abrir las ventanas para que entrara aire fresco en la Iglesia.

LA IGLESIA TRAS EL CONCILIO VATICANO II: El 11 de Octubre de 1962, fue inaugurado el Concilio Vaticano II, encargado de renovar la Iglesia Católica. El mismo, había sido propiciado por Angelo O. Roncalli quien se había convertido en el Papa Juan XXIII en 1958.
Desde el comienzo, el Concilio mostró un alto interés en cambiar algunos aspectos importantes de las ceremonias religiosas. Además de se sentar las bases para una mayor participación de la Iglesia en los problemas del mundo, se propuso reemplazar el latín en la celebración de la misa por los idiomas nacionales.
Otro de los cambios importantes en el Concilio, fue la presencia de obispos de todo el mundo, sobre todo, de obispos del llamado “tercer mundo”. La Iglesia Católica, hasta ese momento, tenía una presencia predominantemente europea en su cúpula organizativa y la incorporación de estos últimos, también significó un profundo cambio.
Pero lamentablemente, Juan XXIII, falleció durante la celebración del Concilio, siendo reemplazado por Paulo VI. De todas formas, el Concilio siguió hasta 1965 y marcó una gran transformación en la Iglesia, no sólo en los aspectos religiosos (que operan en el nivel ideológico o de las mentalidades) sino también en el aspecto social y político, en especial en América Latina, donde encontró un profundo eco.
En Latinoamérica, el Concilio significó para los creyentes un profundo cambio, ya que permitió el contacto de las ordenes religiosas con las necesidades sociales que requería el pueblo. La renovación, también proponía una mayor independencia del accionar de los evangelizadores. Un profundo debate interno se sucedió luego de las diferentes formas de interpretar la realidad y actuar en ella, que se dio en toda la Iglesia. En mucho casos, los integrantes del las Iglesias de cada país se identificaron con los movimientos de liberación.
“La teología de la liberación”, una idea que se venía discutiendo desde mucho tiempo, tomo forma luego de la Conferencia de Medellín de 1968, donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Desde un mensaje de Juan XXVIII, en 1962, donde expresaba que: “frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y quiere ser: como la Iglesia de todos, particularmente, la Iglesia de los Pobres”, había surgido la idea de una Iglesia que se acerque a las necesidades de los pobres. En un contexto donde las dictaduras que gobernaban la región, dejaban una escasa o nula representatividad política y una enorme injusticia social. La idea de “Iglesia de los pobres” fue interpretada por algunos sacerdotes de tal manera que dio origen a la “teología de la liberación” y como un claro compromiso político y social destinado a transformar el mundo. De esta forma, el compromiso social hizo que los sacerdotes llamados “tercermundistas”, en los que predominaba una evangelización cargada de alto contenido social, se acercaran a los movimientos de liberación que utilizaban la lucha armada.
No toda la Iglesia tuvo esta postura, hubo en la época una notable reacción conservadora, que se plasmó en 1972, con la nueva conducción del CELAM. A su vez, la encíclica “Populorum Progressio” de Paulo VI, criticaba el sistema capitalista y denunciaba la situación de injusticia que se daba en el Tercer Mundo. Esta encíclica, aumentó aún más las posturas a favor de la “teología de la liberación. Muchos sacerdotes, que abrazaron estas ideas, fueron perseguidos y asesinados por defender estas prédicas evangélicas y llevarlas a la práctica.

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: La Conferencia de Medellín, donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en 1968, se inspiró en las reformas del concilio Vaticano II. En la misma, los obispos publicaron un documento en el que examinaban el papel social de la Iglesia en sus respectivos países. Allí, denunciaban la opresión del sistema capitalista sobre los pobres, criticaban la explotación que ejercían los países centrales por sobre los del “tercer mundo” y exigían numerosas reformas políticas y sociales.
Los Obispos reunidos, no se detuvieron sólo en esos reclamos, sino que también declararon que la Iglesia Latinoamericana contenía una misión distinta de la de Europa. Por lo tanto, en esta región, la Iglesia debía tener un alto compromiso con la realidad social de su contexto y una praxis transformadora. Esta práctica de la fe cristiana se conoció como la “teología de la liberación” y tuvo durante décadas una importante influencia dentro de la Iglesia Católica.
Un teólogo peruano, Gustavo Gutiérrez, publicó en 1971 la doctrina central de movimiento. La “teología de la liberación” establecía que la Iglesia debía ayudar a los pobres y no imponerse sobre ellos. Además, proponía un accionar cristiano acorde a la enseñanzas de Jesús y no conforme a los requerimientos de los poderosos. Así fue que estas ideas inspiraron la fundación de la “Iglesia de los pobres”, que combinaba la enseñanza religiosa con la participación en movimientos sociales y políticos destinados a cambiar la realidad.
A su vez, en Brasil también se producía un fuerte movimiento renovador en la Iglesia. Leonardo Boff, un teólogo brasileño, criticaba en sus libros las injusticias en Latinoamérica y se animaba a incluir dentro de las fuerzas que provocaban esas injusticias, a la Iglesia Católica.
Como era de esperar, a Roma y a los regímenes conservadores no les gustó la matriz marxista de la “teología de la liberación”.
Durante la dictaduras militares que asolaron a América Latina en general, se llevó a cabo una violenta represión del movimiento. Las represalias laicas, en forma de asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte o en forma de encarcelamientos con torturas, se incrementaron y clérigos como el arzobispo de El Salvador, Oscar Romero, y el padre Antonio Pereira Neto, de Brasil, y el obispo de La Rioja, monseñor Enrique Angelelli, se convirtieron en mártires del movimiento
Ya en 1979, los dirigentes del movimiento no fueron invitados a la conferencia de obispos y finalmente el Papa Juan Pablo II, reemplazó a los teólogos de la liberación por clérigos dóciles y sumisos a las autoridades eclesiásticas de turno.

20090203

LA CULTURA DE LOS 60



LA CULTURA EN ARGENTINA EN LA DECADA DEL 60: MUSICA-EDUCACION-TRABAJO
La década del ‘60 ha sido uno de los períodos de renovación cultural más importantes del siglo XX. Los hábitos, las estéticas, los gustos, las tendencias creadas durante el período han incidido hasta nuestros días y, probablemente, continúen influyendo en el cambio de siglo.


La expansión de las empresas trasnacionales:
Para comprender la gran renovación cultural que se produjo en la Argentina durante los años ‘60, hay que tener en cuenta un proceso socio económico de dimensión mundial que se desarrolló a partir de mediados de la década del ‘50: ¡a expansión de las empresas trasnacionales (o multinacionales), de origen principalmente norteamericano. Estas empresas utilizaron el excedente de capital producido durante los años ‘50, para transferirlo en forma de préstamos o en forma de inversiones a otros países: a Europa occidental, a Japón y a América latina.
¿Qué clase de empresas eran las que se expandían? Principalmente empresas petroleras, industrias auto motrices y de artículos para el hogar bancos, supermercados y cadenas hoteleras. Con excepción de las empresas petroleras, se trataba de industrias productoras de bienes durables —autos, televisores, heladeras, lavarropas de empresas de servicios —bancos ‘, hoteles—, que hasta entonces hablar representado casi un lujo: tanto un auto como una recorrida de tres semanas por Europa habían sido consumos destinados a un mercado reducido.


Los cambios sociales
Esta expansión de las empresas trasnacionales estuvo vinculada a otro fenómeno socioeconómico. Uno de los rasgos de la prosperidad iniciada en ¡os ‘50 fue el aumento de los índices de empleo y la mejora del salario real en los países desarrollados. Con trabajadores mejor pagos, el consumo aumentó.
En todo el mundo, las grandes multinacionales requirieron una masa de profesionales y empleados especializados. Así, se expandió una clase media asalariada: los trabajadores de “cuello blanco” (camisa y corbata), con una relativamente buena capacidad de consumo. Dentro de ese sector social surgió un nuevo grupo de gran poder adquisitivo: el de los ejecutivos, empleados de alta jerarquía que ocupan cargos directivos.
En América latina, la radicación de empresas multinacionales se combinó con las políticas desarrollistas impulsadas por los gobiernos locales entre fines de los años ‘50 y principios de los ‘60. En la Argentina, se produjo un fenómeno similar al del mundo desarrollado: aumentó el empleo industrial, se desarrolló el sector de servicios —y con él, la clase media asalariada— y se formó el nuevo grupo social de los “ejecutivos”.


La educación universitaria
Otro rasgo del período, que puede remontarse a la década del ‘50, fue la gran expansión de la matrícula universitaria, es decir, un aumento de la cantidad de estudiantes. Este fenómeno, en principio cultural, está relacionado con la expansión económica. Las empresas comenzaron a demandar una mejor formación de sus empleados jerárquicos y los jóvenes de la próspera clase media descubrieron que, para desarrollarse profesional-mente, era necesario estudiar en la universidad. Al mismo tiempo, durante este período se produjo el ingreso masivo de las mujeres a la universidad.
El gran crecimiento de la matrícula universitaria trajo varios problemas aún no definitivamente resueltos: ¿Cómo enseñar a tantos estudiantes? ¿Se puede enseñar bien a tantos estudiantes? ¿Se debe mantener un sistema universitario tan expandido? Estas preguntas se convirtieron en “el problema de la masividad de la enseñanza universitaria”. Universidades como la de Roma o la de Bolonia continúan hoy albergando una población estudiantil altísima. Universidades como la de París fueron divididas en unidades descentralizadas: París I, París II, París III, etcétera. El sistema universitario norteamericano se multiplicó en una infinidad de centros académicos
de diversa jerarquía y calidad educativa. En la Argentina, hubo diferentes políticas al respecto. El gobierno de Frondizi terminó con el monopolio estatal de enseñanza universitaria y autorizó la creación de universidades privadas, laicas o confesionales. A principios de la década del ‘70, el gobierno del general Lanusse impulsó la creación de nuevos centros universitarios en el conurbano bonaerense (Luján, Lomas de Zamora) y en varias ciudades provinciales (Río Cuarto, Salta), para desconcentrar la demanda estudiantil de las universidades tradicionales (Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, La Plata, la Universidad del Litoral).


La internacionalización y la fragmentación de la cultura:




junto con la trasnacionalización de las economías, se produjo una internacionalización de las pautas culturales. Los hábitos cotidianos y las costumbres de cada sector social —los horarios, la manera de viajar al trabajo, la decoración de una casa, la alimentación, la organización del tiempo libre— comenzaron a mostrar similitudes en casi todas las grandes ciudades del mundo capitalista, tanto en Buenos Aires como en San Pablo, Nueva York o París. Un ejemplo de esta internacionalización es la difusión, en los años ‘60, del Jean, que se transformó en una de las indumentarias más homogéneas del mundo capitalista. El jean es un pantalón de trabajo y de descanso, de jóvenes y de adultos, de ricos y de pobres, de varones y de mujeres. Esta última característica —un mismo tipo de ropa para varones y mujeres— devino en un nuevo estilo: el unisex. La uniformización de la indumentaria y de la moda cubrió también las diferencias de género entre varones y mujeres. [as mujeres se “masculinizaron”: se puso de moda el cabello muy corto, cortado a la garçon, y los hombres se “feminizaron”: se dejaron el cabello largo.
Un cambio explosivo en la indumentaria femenina fue la minifalda, que se difundió con rapidez por el mundo capitalista, tal vez porque se acomodaba bien a la liberalización de las costumbres.
Esta tendencia a la uniformidad tuvo, como contrapartida, una fragmentación interna de las sociedades, que ya no se correspondía con la división en clases sociales. Por ejemplo, en 1963 un joven roquero de clase media de Buenos Aires tenía más elementos en común con un joven rockero londinense que con su padre porteño. Y un joven universitario cordobés podía entenderse mejor con otro universitario parisino que con sus profesores locales.
Así, en el seno de las sociedades capitalistas surgieron diversos tipos de subculturas. La más importante de todas fue la cultura juvenil que, con los años, fue fragmentándose cada vez más en diversas “tribus” de jóvenes urbanos. Un ejemplo argentino: mientras algunos jóvenes se integraban al movimiento de rock nacional (argentino), otros se sumaban a la militancia en partidos de izquierda. Unos y otros compartían algunas costumbres —el pelo largo, la ropa informal, el jean— pero, al mismo tiempo, expresaban tendencias culturales muy diferentes.
Los jóvenes rockeros se congregaban alrededor de la música. Seguían con a-tención los movimientos juveniles norteamericano e inglés. Podían escuchar, según la “tribu” a la que pertenecieran, a los norteamericanos Bob Dylan y posteriormente al grupo The Doors, o a los grupos ingleses The Beatles —tal vez el fenómeno cultural más importante de la década del 60— o The Rolling Stones. Los rockeros no pertenecían a los ámbitos universitarios, abjuraban de la práctica política y leían preferentemente poesía de autores norteamericanos de la llamada Generación Beat, como el poeta Allen Ginsberg y el novelista Jack Kerouac. Un ensayo del novelista inglés Aldous Huxley, Las puertas de la percepción, se convirtió en una suerte de evangelio para la nueva generación.
Los jóvenes de izquierda, en cambio, eran estudiantes universitarios, militantes de partidos políticos, lectores ávidos y desordenados, cuya principal preocupación, a principios de los ‘60, era comprender la relación entre el peronismo proscripto y la clase obrera. Estaban influidos por el pensamiento del líder chino Mao Tse Tung, por la Revolución
Cubana, comandada por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, y por los movimientos anticolonialistas africanos. Los jóvenes de izquierda argentinos intentaban alcanzar un “socialismo nacional”, que sintetizara el pensamiento marxista y la realidad latinoamericana.


La marca y la moda :


La uniformidad de las pautas culturales tuvo contrapartidas. ¿Cómo distinguirse en medio de tanta uniformidad? Por la “marca”. En la década del ‘60, las marcas —los sellos distintivos de cada producto— adquirieron un valor sin precedentes. Cada marca pasó a tener un significado particular, a ser un símbolo de mayor o menor prestigio (de status, como ‘comenzó a decirse en la época). La marca era y sigue siendo una señal de distinción. El jean es, nuevamente, un buen ejemplo. En la Argentina, a partir de la década ‘60 y durante veinte años, se sucedieron diversas marcas de jean. Cada marca que aparecía en el mercado superaba en prestigio a la anterior. Los viejos pantalones Far West —el jean de los ‘60— fueron superados, hacia fines de la década, por los Lee. Levi’s superó a Lee, Wrangler superó a Levi’s, y luego Calvin Klein superó a Wrang le r.
Junto a la marca, surgió otra señal de distinción: el diseño. Los diseñadores de modas, —pero también de autos, de muebles, de interiores— adquirieron muchísimo prestigio. Los consumidores exigían, cada vez con mayor velocidad, novedades que les permitieran distinguirse. Los diseñadores de moda —en particular, los franceses— aprovecharon esa situación para instalar tiendas o boutiques de indumentaria prét-á-porter (lista para usar) y convertir en marcas sus nombres y apellidos. En poco tiempo, Christian Dior, Yves Saint Laurent, Pierre Cardin y muchos más establecieron cadenas de tiendas en todo el mundo, que vendían sus nombres y sus diseños. Año tras año, realizaban desfiles en los que mostraban sus novedades y se disputaban el reinado de la moda. La haute couture (alta costura), hasta entonces privativa de grupos sociales reducidos, se había democratizado.


La televisión y la publicidad:
¿Cómo fue posible una difusión tan acelerada y homogénea de las nuevas pautas culturales en todo el mundo capitalista?
La televisión fue un instrumento de esa difusión. La gran expansión de la televisión es un fenómeno de la década del ‘60. La televisión requería de ciertas condiciones que se conjugaron en este período: emisoras, capacidad industrial para producir miles y miles de aparatos, y capacidad económica de la gente para comprarlos. La primera emisora argentina —Canal 7— se inauguró el 1 7 de de octubre de 1951. Durante casi una década, fue la única del país. El gran salto de a televisión argentina se produjo entre junio de 1 960 y julio de 1 961, con la inauguración de tres canales: Canal 9, Canal 13 y Canal 11.
El otro instrumento fue la publicidad. A partir de la década del ‘60, la publicidad se profesionalizó. Por un lado, se comenzó a estudiar la composición de un mercado, con técnicas de investigación que provenían de la sociología. Los publicitarios reemplazaron el concepto de “sociedad” y “grupos sociales” por el de “mercado” y “segmentos del mercado”. Los “estudios de mercado” (encuestas) permiten determinar segmentos sociales —varones, mujeres, jóvenes, profesionales universitarios, amas de casa, empleados— y niveles sociales, según la capacidad adquisitiva. De este modo, los publicitarios podían detectar gustos, expectativas, deseos y opiniones de los posibles consumidores. Al mismo tiempo, podían evaluar cuál era el medio de comunicación más apto para promocionar un producto destinado a un público determinado: por ejemplo, la publicidad de un nuevo lavarropas debía hacerse en aquellos medios de comunicación que llegaban al segmento de amas de casa.
A ese conjunto de técnicas de investigación y penetración del mercado se las bautizó con un término inglés: marketing. Pero, fundamentalmente, la publicidad desarrolló un complejo sistema de comunicación de símbolos que permiten asociar a los productos con determinados beneficios. Esos beneficios no son necesariamente de utilidad. La mayoría de las veces, la publicidad asocia productos con placer, con bienestar, con prestigio social, con seguridad, con sensualidad, con éxito, con tranquilidad. Cada producto es un símbolo, y consumirlo es, a la vez, satisfacer un deseo personal y dar una señal a la sociedad.

20090130

EL MOVIMIENTO HIPPIE


INTRODUCCIÓN: LOS HIPPIES Fue un movimiento juvenil que tuvo lugar en los últimos años de la década de 1960 y que se caracterizó por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al materialismo occidental. Los hippies formaron una contracultura políticamente atrevida y antibelicista, y artísticamente prolífica en Estados Unidos y en Europa. Su estilo psicodélico y lleno de colorido estaba inspirado por drogas alucinógenas como el ácido lisérgico (LSD) y se plasmaba en la moda, en las artes gráficas y en la música de cantantes como Janis Joplin o de bandas como Love, Grateful Dead, Jefferson Airplane y Pink Floyd.

EL MOVIMIENTO HIPPIE: En los últimos años de la década del ´60, comenzó un movimiento muy particular que fue conocido como “movimiento hippie”. Este movimiento, como decíamos anteriormente, se caracterizó por la anarquía no violenta, por la preocupación por el medio ambiente y por un rechazo general al materialismo occidental. Los hippies formaron una cultura contestataria y antibelicista.

Artísticamente fue un movimiento muy prolífero en todo el mundo. Su estilo fue la psicodelica y la multiplicidad de colores inspirados en la drogas alucinógenas de la época (LSD) y que se plasmaba en: moda, artes gráficas y sobre todo en la música, en cantantes como Janis Joplin y en bandas como Love, Grateful Dead, Jefferson Airplane y Pink Floyd por nombrar solo algunas; y en general en todos los ámbitos de la cultura.

En un principio el movimiento se generó en Estado Unidos para luego extenderse a Europa y a todo el mundo. El origen, fue una reacción a las profundas alteraciones que había producido la segunda guerra mundial, en la sociedad y en la cultura.

Luego de la segunda guerra mundial (1945), se habían generalizado las políticas económicas de orientación “keynesianas”, que se basaban en el impulso que el Estado (ver Estado de Bienestar) le daba a la demanda y a la organización del proceso productivo a través del “taylorismo” (organización racional y científica del trabajo) y el “fordismo” (organización del trabajo en cadena). Estas circunstancias, hicieron aumentar la productividad y a su vez abaratar costos, lo que permitió a los trabajadores, acceder al mercado de bienes de consumo durables (automóviles, electrodomésticos, etc.), como nunca antes en la historia.

Las clases medias y populares mejoraron notablemente en las condiciones de vida ayudadas por la intervención del llamado “estado de bienestar” que tenía en esta etapa una importancia preponderante. Además, el pleno empleo, el sistema de seguridad social asegurado por ese “estado de bienestar” y la transformación de algunos servicios que antes eran privados (sanidad, educación, transporte, etc) en públicos, permitió también una notable mejora en la mayoría de los trabajadores.

Estas mejoras económicas, provocó en la sociedad en general una aletargamiento y un adormecimiento en cuanto a los reclamos y las luchas obreras. Los jóvenes, a partir de la década del ´50, comenzaron a rechazar estas posiciones cómodas y burguesas. Además, se le sumó a estos conflictos, la intolerancia “macartista” en el plano interno y la guerra de Corea en el internacional.

Todas estas transformaciones en la sociedad, fueron incubando la protesta juvenil que vendría.

La década del ´60, en los Estados Unidos y en los países centrales, traería todavía aun más mejoras en lo económico. La producción industrial se incrementó durante este periodo, principalmente la industria alimenticia, junto con la producción de carbón, la metalurgia básica, los productos agrícolas y la gasolina. Comenzó así, una etapa de consumo de masas. Los electrodomésticos, el auto y el teléfono, pasaron a ser símbolos de status personal. En general, artículos que eran privativos de minorías, pasaron a ser consumidos por una gran cantidad de personas al abaratarse notablemente sus costos.

Otro síntoma de los cambios de la época, fue la significativa explosión demográfica y la fuerte crisis que sufrió la institución “familia”. La misma, dejó de ser el núcleo de contención afectiva que siempre fue, debido a un cambio de valores en la sociedad.

Dos grandes movimientos también cobraron fuerte impulso en la década del ´60: uno era el “liberación femenina” y el otro el de la lucha contra la discriminación étnica.

En ese marco, en esta década, muchos jóvenes comenzaron a ensayar experiencias no convencionales. Consideraban mediocre y aburrido el mundo “burgués” e iniciaron una búsqueda hacia una vida espiritual y en contacto con la naturaleza. A toda esta búsqueda e iniciativas de los jóvenes, se la comenzó a conocer como “movimiento hippie”.

Al “movimiento hippie” no le interesaba cambiar la sociedad, sino que lo que pretendían era cambiar la sociedad en forma íntegra. Además de los cambios en la familia y la rebelión juvenil, se sumaba la denominada “revolución sexual”. Ésta última, ocurría acompañada de las grandes transformaciones en las conductas sociales, que se trasladaron también al ámbito privado. La aparición de las píldoras anticonceptivas y su difusión masiva, también influyeron en los cambios producidos en el nivel social.

Los “hippies”, tomaron como actitud contestataria, retirarse de la sociedad a la que condenaban por actitud cómoda y conservadora. Comenzaron, entonces, a reunirse en comunas, constituidas como organizaciones libres y sin jerarquías, en total contraposición de lo que pasaba en la sociedad burguesa. Las reuniones de los hippies se volvieron cada vez más conocidas, pero la que quedó instalada en la memoria, fue el festival de “Woodstock” en 1969, en el cual se reunieron durante tres días, medio millón de jóvenes. Además, el movimiento hippie encontró en el rock, un modo de expresión inigualable, sus valores básicos fueron la tolerancia y el amor. La guerra de Vietnam, fue también un hecho clave, que mostró al movimiento en total oposición al conflicto bélico, su gran inconformismo se manifestó en diversas movilizaciones en contra de la guerra y de todo tipo de violencia.

Estilo y comportamiento: El icono hippie suele caracterizarse con un hombre de pelo largo y barba mucho más larga que lo considerado “normal” para la época. Ambos sexos tendían a dejarse el pelo largo y de imitar el estilo afroamericano.

La mayoría de la sociedad de la época, consideraba estos “pelos largos” como una ofensa, o como sinónimo de suciedad, o cosa de mujeres.

El hecho de usar el cabello largo, para ambos sexos y su forma particular de vestir, actuaba como una señal de pertenencia y una muestra de su actitud contestataria y contracultural.

Otras características asociadas a ellos fueron:

- Ropas de colores brillantes.

- Ropas desteñidas.

- Camisas largas, polleras largas, pantalones con botamanga tipo “pata de elefante”.

- Ropas indias o africanas.

- Símbolos como la flor o dibujos de los aborígenes americanos..

- Muchos se confeccionaban su propia ropa como protesta ante la cultura consumista.

- Uso de incienso y recuperación de los valores naturales de las plantas.

- Se reunían a tocar o componer música en fiestas al aire libreo en casas de amigos.

- Vida en comunas.

- San Francisco, California era la principal ciudad de encuentro para los hippies.

- Tolerancia hacia la homosexualidad y la bisexualidad.

- Amor libre: traducido en un rechazo a la institución del matrimonio y una conducta sexual contraria a las imposiciones de las Iglesias o el Estado, que eran vistas como intromisiones a la vida personal.

- Uso de drogas: marihuana, hachís, alucinógenos como el LSD, etc.

El entonces presidente Ronald Reagan definió al hippie como "un tío con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita".

Festival de Woodstock:

Fue el acontecimiento emblemático del movimiento juvenil y si queremos representar cómo fue la década del ´60, seguro que recurriremos a ese festival. Desafiante, inocente, optimista y tolerante, todo eso a la vez y muchas cosas más se pueden decir del mismo. Celebrado en una granja del estado de Nueva York del 15 al 17 de agosto de 1969. Durante tres días, a pesar de las lluvias, el barro y las instalaciones insuficientes, más de 400.000 jóvenes se abarrotaron en un encuentro que pasaría a la historia.

Joan Baez; Crosby, Stills, Nash y Young; The Who; Janis Joplin; Jimi Hendrix; Sly and the Family Stone; Jefferson Airplane y Santana, son solo algunos de los músicos que actuaron en el festival que había sido anunciado como “tres días de paz y amor”.

Estudiantes, fumadores de marihuana, residentes en comunas, profesores y hippies, en general, acudieron a la cita que fue catalogada como “una reunión de todas las tribus”, creando una de las leyendas que quedaría viva por siempre en la cultura musical y roquera.

Liberación homosexual:

Un acontecimiento, cambió algo que ya se venía dando desde la década de ´50. El movimiento homosexual era hasta entonces reducido y discreto, todavía sufría los prejuicios de la época. El aconteciendo del que hablamos, tuvo lugar en un bar (el “Stonewll Inn.”) para homosexuales del Greenwish Village, un barrio bohemio de Nueva York.

Una noche de junio de 1969, en una operación que parecía rutinaria, la policía realizó una redada en el Stonewall, debido a que el mismo no tenía licencia para vender alcohol y por esos tiempos atraía una nutrida clientela de jóvenes, ruidosos y travestis. Lo que hubiera pasado inadvertido, esa noche se tradujo en una violenta reacción sin precedentes. En lugar de dispersarse, los habitúes respondieron con ira. El disturbio duró varios días y el acontecimiento provocó que saliera a la luz, la causa por la “liberación homosexual”.

Los activitas de esta causa, influenciados a su vez por los movimientos del poder negro y la liberación de la mujer, tomaron mayor fuerza y lograron ubicarse en la opinión pública de la época.

Esta rebelión, también fue significativa para aquellos que esperaban un control menos rígido de la sociedad hacia los comportamientos sexuales y para los que esperaban que se termine con la discriminación hacia los homosexuales.

Los movimientos a favor de la liberación homosexual comenzaron a expandirse hacia las potencias occidentales. Ya Inglaterra, había despenalizado la homosexualidad y se le sumaban en 1969, Canadá, Alemania, Australia y algunos estados de Norteamérica.

Finalmente, en 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría borró de su manual de diagnóstico, a la homosexualidad como enfermedad. De todas formas, la persecución y la discriminación no finalizó allí.

20090127

EL TERCER MUNDO


PORQUE ALGUNOS PAÍSES PERTENECEN AL TERCER MUNDO?

A QUÉ LLAMAMOS TERCER MUNDO
La mayoría de los pueblos descolonizados se han visto enfrentados a graves problemas de hambre, analfabetismo, carencia de industria; pero estos problemas agobian también a naciones cuya independencia política no es reciente.
Para el conjunto de países que no han realizado la Revolución Industrial se han buscado denominaciones diversas; primero se habló vagamente de “pueblos subalimentados” —la palabra hambre se rehuyó durante mucho tiempo en la literatura política y sociológica hasta que rompieron el tabú las publicaciones de Josué de Castro—, más tarde de naciones subdesarrolladas” y “en vías de desarrollo”. El demógrafo Sauvy acuñó la denominación Tercer Mundo porque veía en estos pueblos la prolongación del Tercer Estado de la Revolución Francesa, similitud bastante forzada, ya que en el Tercer Estado se integraban también burgueses adinerados. Esta expresión terminó por aceptarse.
El drama del subdesarrollo afecta a los dos tercios de la población mundial; en pertenecer a uno u otro sector radican las más profundas diferencias entre las naciones. En 1958 Nehru expresó: “la verdadera división del mundo contemporáneo no se encuentra entre países comunistas y países no comunistas, sino entre países industrializados y países subequipados”. Algunos especialistas han ido desvelando la situación angustiosa en que vive la mayor parte de la población en una época legítimamente orgullosa de sus conquistas científicas y tecnológicas.
Debemos apuntar que bajo una misma denominación se ha incluido a naciones de niveles de riqueza muy dispares. Países paupérrimos, como Bangla Desh o Mauritania, no deberían ir en el mismo grupo que otros, productores de petróleo que presentan algunos de los rasgos definitorios del Tercer Mundo pero unas posibilidades de desarrollo utópicas para los carentes de esta fuente de ingresos.
Los países del Tercer Mundo se basan en el monocultivo, pero un producto agrícola puede bajar de precio, iniciando una espiral ruinosa. Los productores de petróleo presentan igualmente un solo producto pero su artículo les garantiza grandes posibilidades, aunque se trate de un bien no renovable, explotable durante un ciclo que esos países no parecen estar aprovechando para industrializarse. Son países en desarrollo, ricos, aunque su opulencia no será eterna. Para ellos se ha intentado la denominación de Cuarto Mundo, pero es un rótulo equívoco, porque podría pensarse que comprende a los que se encuentran en peor situación, y de hecho se ha empleado a veces para señalar niveles extremos de pobreza nacional o para referirse a los emigrados de países pobres que viven en la marginación de ciudades del Primer Mundo.
INDICADORES DEL SUBDESARROLLO
Dejando a un lado la ambigüedad del término, veamos cuáles son los indicadores que caracterizan a los países subdesarrollados, o en vías de desarrollo, como se ha preferido decir empleando una expresión más esperanzadora.
a) Baja renta por habitante. De la ínfima producción de estos países correspondería a cada habitante, en un teórico reparto igualitario, una cantidad mínima de bienes. Se dice que en el diálogo Norte-Sur las diferencias entre ricos y pobres se hacen cada vez mayores. ¿Es sólo un dicho o responde a un fenómeno real? En 1980 en el primer puesto de la tabla de los países figuraba Emiratos Árabes Unidos con 30.000 dólares de renta per cápita, y Bhután en el último con 80 dólares. En 1997 Luxemburgo figuraba como país más rico con 37.000 dólares y Mauritania como uno de los más pobres. Estas cifras nos permiten llegar a tres conclusiones: las diferencias entre países ricos y pobres son abismales; esas diferencias no dejan de aumentar; algunos países pobres, como Mauritania entre otros, han visto empeorar gravemente su situación en los últimos años.
b) Sub alimentación. Ingestión alimentaria inferior a las 2.000 calorías diarias y ausencia de proteínas y otros nutrientes en la dieta, lo que provoca problemas para el crecimiento de los niños. Intermitentemente, al compás de los vaivenes meteorológicos, hambrunas que diezman la población.
c) Alto crecimiento demográfico, provocado por la elevada natalidad, superior al 2% anual.
d) Escasa densidad de las infraestructuras. Inexistencia de una red de transportes moderna, de organización estadística, etc.
e) Predominio del sector agrícola, sin mecanización ni modernización de los sistemas de cultivos. Consecuencias: dependencia de las condiciones naturales; elevado empleo de mano de obra, que alcanza hasta el 50% de la población activa; trabajo precoz de los niños en labores agrarias, con perjuicio de su educación.
f) Industrialización mínima. Habitualmente de tipo extractivo (minas) o que exige empleo abundante de mano de obra. Dependencia del exterior, en cuanto a la tecnología y la comercialización de los productos.
g) Altas tasas de analfabetismo. Lacra prácticamente extinguida en los países occidentales, en algunos países del Tercer Mundo aún persisten índices que impiden cualquier programa de desarrollo. En Asia el 73% de Nepal y el 62% de Bangla Desh y Pakistán; en África el 86% de Níger, 69% de Sierra Leona, representan algunos de los casos más graves. En Mauritania el 62% de analfabetos ha podido ser uno de los factores en el empobrecimiento que hemos apuntado.
h) Carencia de cuadros dirigentes en la Administración y de técnicos en la producción.
FACTORES DEL SUBDESARROLLO
CAUSAS DEL ATRASO
Hemos visto que algunos países iniciaron su industrialización en fecha tardía, Japón y Rusia constituyen dos ejemplos a este respecto; sin embargo, los países atrasados se encuentran en la actualidad con obstáculos casi insalvables no sólo para cubrir el foso que les separa de los más adelantados, sino incluso para iniciar un proceso auténtico de industrialización. Analizaremos luego las razones de esta dificultad. Pero nos interesa en este momento discernir las del retraso. La más evidente sería la historia colonial; es una explicación fácil, las metrópolis mantuvieron a sus colonias en una situación de atraso para poder aprovechar sus riquezas, en concreto para extraer sus materias primas.
Sin negar que esta situación se dio, es un factor insuficiente y, en todo caso, dejaría sin explicar el atraso de las naciones que son independientes desde el siglo XIX o antes. Bairoch ha aportado otras explicaciones. Según este autor las naciones que llegaron al año 1900 sin haber iniciado su industrialización se encontraron con una complejidad técnica que imposibilitó su pronta asimilación; de ser determinante este factor habría que concluir que Japón con el Meiji (1868) y Rusia con la emancipación de los siervos (1861> “acordaron a tiempo” su programa industrial, treinta años más de dilación les hubiera rezagado inevitablemente.
La distancia sería otro factor; la Revolución Industrial se transmitió a países cercanos a Inglaterra, los del continente europeo, y a Estados Unidos, a través de un océano que se atravesaba con facilidad; a mayor distancia la recepción masiva y continua de avances técnicos resultaba una utopía, pero Japón o es una excepción o una refutación de este argumento. También señala Bairoch diferencias de clima; los avances técnicos de la Revolución Industrial son aplicables a la zona templada, pero no a la tropical y ecuatorial. Finalmente, es más difícil industrializar naciones de densidad de población muy alta en relación con la densidad de las naciones europeas a principios del siglo XX. Las teorías de Bairoch han sido discutidas en sus pormenores, pero en conjunto no hay duda de que el retraso en el inicio de la industrialización complicó la posibilidad de las primeras fases de despegue y contribuyó a aumentar de forma notoria las diferencias de nivel entre los países industrializados y los no industrializados.

20090125

NO OLVIDAR A CABEZAS.


Por primera vez desde el asesinato de José Luis Cabezas, sus familiares no presiden ningún acto en su memoria al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte. Están, dicen, angustiados y asqueados de ver a los responsables de su crimen en libertad, por diversas y groseras fallas en la administración de justicia. Una libertad que, obviamente, no merecen, ya que ningún artilugio legal, ninguna acción judicial ha podido desmentir sus responsabilidades en el homicidio. Si gozan de libertad es sólo, exclusivamente, por la morosidad injustificable de quienes tuvieron a su cargo administrar su castigo, una vez definida su culpabilidad.

Como reporteros gráficos hemos sido los responsables y autores de la frase que interpeló hace 12 años a la sociedad "No se olviden de Cabezas". Hoy, seguimos agradeciendo a esa sociedad que nos acompañó reivindicando esa lucha. Gracias a ella, un crimen destinado a ser impune, como tantos en nuestro país, tuvo responsables y tuvo castigo. Si hoy la familia debe, con su silencio y con su dolor, denunciar una vez más la falta de justicia, no ha sido porque la lucha no haya tenido sentido, sino porque la justicia, una vez más, ha fallado. No olvidarse de la vida de José Luis Cabezas es hoy, otra vez, reclamar del estado una administración de justicia sin ningún compromiso más que con la ley.

Ha sido la sociedad quien empujó a los asesinos de José Luis a la cárcel. Fue la sociedad, con las Madres y los organismos de derechos humanos, quien sentó a los responsables del terrorismo de estado ante los jueces. Que no sea la justicia la que les abra la puerta, por inopia, inoperancia o complicidad.

Por eso, lo dijimos hace doce años, lo decimos hoy, lo diremos cuantas veces sea necesario:

NO SE OLVIDEN DE CABEZAS
La impunidad de su crimen será la condena de la Argentina


Comisión Directiva
ARGRA

20090113

Homenajes a Paco Urondo, Miguel Briante, Rodolfo Walsh y Osvaldo Soriano.

PACO URONDO (10/01/1930 - 17/06/1976)

La verdad es la única realidad

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el ángelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973



MIGUEL BRIANTE (19/05/1944 - 25/01/1995)

a Jorge Cedrón

No había esperanzas: lo dijo mi abuela, mientras comíamos. Mi tío se limitó a mover la cabeza, en un gesto ambiguo, casi torpe. El efecto de esas palabras iba a resucitar recién al rato, en un sollozo de mi tía. Intentó disimularlo con otro ruido semejante, que salió de su nariz; hasta usó el pañuelo. Pero fue inútil: yo advertí que luchaba por no llevárselo a los ojos. En ese momento hubiera necesitado saber qué pensaban. En el patio, de pronto, las escenas volvieron, una a una, mientras mi tío, al pasar, me acariciaba. Traté de apartarlas, retrocediendo hasta el lugar donde se amontonaba mi rabia. Sobre todo, me enfurecía que no se animaran a decírmelo, y anduvieran con palabras o gestos raros, como cuando jugaban a las barajas. Tu papá –había dicho la abuela– está muy mal. Pero nada más. Nadie me decía por qué ahora pasaba todo el tiempo con ellos. O por qué a cada rato volvían las escenas: papá que tardaba en llegar; mamá, diciéndome: Vamos a buscar a tu padre. Pero no, no era así. Dijo: Anda a buscar a tu padre. Era la una de la tarde, en verano. Nadie, por la calle. El pueblo, a esa hora, estaba siempre quieto: seguía así hasta las cuatro. Antes, estaba ese pequeño mundo de la siesta: la payana en el umbral del negocio, los viajes en el carro de Don Juan, o las charlas en el vagón del ferrocarril sobre la vía muerta. Caminé dos cuadras: en el bar, tras la vidriera, vi a papá, tumbado sobre una mesa. Entré. Papá –dije–, vamos. Le toqué el hombro. Más allá de la mesa, no había nadie. El dueño quería cerrar. Llevátelo de una vez, estaba diciendo, con la mirada. Vamos, repetí. Entonces, papá levantó la cabeza. Nunca supe cómo, por qué, pero en los ojos había algo, una especie de señal, o de aviso. Miraban con una intensidad distinta, tan distinta que yo sentí miedo. No –dijo con voz decidida, una voz que nunca usaba al hablarme–, no, dejame, no voy. Y me rechazaba con la mano, con los mismos ojos que volvían a ocultarse, mientras se derrumbaba sobre la mesa, hundiendo la cara entre las manos.

–Qué tenés –me preguntaron–, nene, qué tenés. Había vuelto a entrar en la cocina: lavaban los platos. Tuve ganas de contarles todo: sentí que enrojecía rápidamente, que estaba a punto de llorar. Salí: caminaba hacia la quinta, mientras recordaba cómo, después de haber sacudido una vez más a papá, éste había repetido que lo dejara, mientras Don Pedro decía, saliendo de atrás del mostrador: Está bien, Vicente, es hora de comer, hacele caso al pibe, andate. Y eso también me había dado rabia: que ese hombre le volviera a decir Vicente andate, y lo agarrara por los hombros, como mamá hacía conmigo, y lo arrastrara hasta la puerta. Rabia, que papá no se parara solo y le dijera que se iba porque quería, que no necesitaban arrastrarlo. Pero sólo murmuraba palabras incomprensibles. Después, papá, se dejó resbalar hasta el suelo, apretando la espalda contra la pared. Y yo sentí un dolor extraño, en algún lugar de mi cuerpo. Pero no el mismo dolor de siempre, no esa especie de vergüenza que soportaba todos los mediodía, cuando lo ayudaba a volver a casa. Lo demás –el pueblo, la gente en la ventana– no existía, se iba borrando hasta quedar nada más que yo, ahí, sobre papá, que era un ovillo desarmado, en el suelo. Tenía miedo y buscaba, sin saber por qué, sus ojos.


RODOLFO WALSH (09/01/1927 - 25/03/1977)

CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH A LA JUNTA MILITAR

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivtas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia,incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces dc atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay.
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisioncs internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subtérráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortutunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideologia que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

OSVALDO SORIANO (06/01/1973 - 29/01/1997)


Fragmento de "El ojo de la patria", de Osvaldo Soriano, 1992, Editorial Sudamericana

[...]
Se viene un milagro dijo el cura y a Carré le pareció que escupía en un pañuelo. Prepare la valija y espere las instrucciones.
Iba a preguntarle de qué se trataba pero el cura se alejó tosiendo. Carré se levantó y salió despacio.
[...]
...A las cuatro de la mañana lo despertó el teléfono mientras la lluvia golpeaba contra la ventana...Levantó el tubo y gritó unos cuantos insultos, exaltado por el miedo y la borrachera. Ya iba a colgar cuando oyó la voz del cura, quebrada por los ruidos de la tormenta.
Terminado, Carré. Muerto. ¿Me oyó? Queme todo y desaparezca que ya pasan a buscar el cadáver.
Cap. 2
La mañana del funeral fue gris y destemplada. Carré llevaba un sobretodo viejo y un sombrero de fieltro para protegerse de la nieve. Desde su escondite alcanzaba a ver el montículo de tierra húmeda y la cruz de madera ordinaria. Entre los cuatro desconocidos que rodeaban el ataúd había una rubia vestida de negro. Un cura regordete masticaba chicle y rezaba en latín. Los otros dos llevaban trajes oscuros y el más alto sostenía un paraguas tan grande que los cobijaba a todos. De vez en cuando la mujer se apartaba el velo para estornudar y sonarse la nariz. El cura calzaba galochas y se envolvía con una bufanda negra. Mientras decía la plegaria sacudía una polvareda de incienso que la brisa se llevaba hacia la arboleda cercana. El mas petiso, que tenía el pantalón enchastrado hasta las rodillas, sostenía una corona de flores como si fuera un maletín. La rubia, que había seguido la ceremonia con la solemnidad de un coronel de infantería, hizo una señal con la mano en la que apretujaba el pañuelo. Al rato, arrastrando cuerdas y palas, aparecieron dos sepultureros que venían de escuchar a los chicos que cantaban frente a la tumba de Jim Morrison.
Mientras bajaban el ataúd, Carré no consiguió disimular su tristeza. Se dijo que al menos podrían haber contratado a las lloronas del barrio para mostrarle un poco de afecto. Su entierro era tan insignificante y desgraciado como el de Oscar Wilde, que tenía una estatua desnuda y tiesa al fondo del sendero. Por lo menos al escritor lo había acompañado un perro callejero y los confidenciales británicos le sembraron un cantero de petunias que utilizaban para entregar sus mensajes a los enlaces de la Security.
Al ver que los peones echaban las primeras paladas de tierra, Carré sintió un desfallecimiento y tuvo que apoyarse en el ala de un querubín para no perder la compostura. Ni siquiera advirtió que su sombrero rodaba por el suelo y abría un delgado surco sobre la nieve. Parado allí, con el corazón apretujado, sin saber lo que haría al volver a la calle, se preguntó quién ocuparía su lugar. Quizá habían puesto un montón de piedras o el cuerpo de un perro reventado por el frío, como solían hacer los polacos y los búlgaros.
La noche anterior, después de atender el llamado, se metió en el bolsillo la pistola y el libro de la Princesa Rusa y se precipitó escaleras abajo para esconderse en el bar de la Gare du Nord. No percibió ninguna señal de Pavarotti. Al amanecer, para estar seguro de que ya no lo seguía, se acercó a su casa y encontró la puerta del edificio abierta de par en par. A la entrada alguien había colocado una ofrenda de flores, un horario de inhumación en el cementerio del Pere Lachaise y una urna para dejar las condolencias. Como no estaba seguro de que alguien le llevara el pésame, Carré tomó una tarjeta en blanco, escribió un nombre de mujer y la echó en la urna. Más tarde, mientras esperaba el ómnibus, sintió la irresistible tentación de asistir a su propio entierro. Todavía no podía hacerse a la idea de que estaba fuera de la vida, de que tendría que penar para siempre como un espectro de carne y hueso al que nadie puede ver.
Pensó en lo que diría su padre si pudiera verlo. Recordaba una pesadilla que había tenido en la cárcel de Alemania: se perdía en un bosque y corría a tontas y a locas hasta que caía en un pozo lleno de arañas y murciélagos. Gritaba aterrorizado llamando a su padre que pagaba las cuentas de la vida en una ventanilla donde hacían cola decenas de hombres y mujeres sin cara. Entonces el padre se acercaba y le ponía la mano sobre la cabeza. Todavía sentía la dulzura de la mano. Casi no conoció a su padre pero lo imaginaba por la foto en blanco y negro que su madre le había dejado en la pieza. Muchas veces se preguntaba cómo había sido aquel hombre cuando tenía su edad y llegó a la conclusión de que pasó sin contar para nadie, sin dejar huellas en el camino. En la foto aparecía como de treinta y cinco años, bien afeitado, con una corbata de nudo intemporal, peinado de época antes de que se llevara el corte de los yuppies. Era un hombre que no llamaba la atención. Tal vez se conformaba con tener al día los expedientes de Vialidad y llevar el sueldo a casa. Pero, ¿con qué soñaba? ¿Deseaba a otra mujer? ¿Tenía enemigos? ¿De qué cuadro era? Durante los años en Buenos Aires Carré sintió la vida como un espacio vacío. Tenía algún conocido pero no amigos de verdad. Le enseñaron a amar confusamente a la patria, pero nunca soñó con representarla en un país lejano. Pronto asumió su infortunio con las mujeres y de tanto en tanto iba a buscar consuelo en los alrededores de Constitución. A veces sospechaba que también su padre había acudido a esos hoteles baratos para olvidarse de algo. ¿Pero de qué? No estaba seguro de que lo hubiera hecho feliz ver a su hijo trabajando de espía en París. Aunque sin duda las medallas lo colmarían de orgullo si hubiera podido verlas.
Miró a su alrededor y no vio más que al cura y los falsos deudos que se persignaban frente a la tumba. La rubia recogió con elegancia el vestido que le llegaba a los tobillos y abrió la marcha por el sendero de lajas. Tenía los tobillos bien formados y un gran agujero en la media derecha. El hombre alto fue tras ella y la cubrió con el paraguas mientras el cura aplastaba el chicle sobre una tumba vecina. Carré recogió el sombrero, lo limpió con la manga del sobretodo y lo que vio entonces no iba a olvidarlo jamás. El cura volvió sobre sus pasos, se arremangó la sotana y a favor del viento y la nevisca se puso a mear muy orondo sobre la tumba recién cerrada. Carré se mordió el puño, ciego de furia, y trató de grabarse los rasgos del meador solitario. ¿No lo había cruzado antes en el Refugio o en la fugacidad de una cita clandestina? ¿O se parecía a uno de los tantos desconocidos que le pasaban mensajes para otros desconocidos? Lo vio partir tosiendo, rascándose la cabeza por debajo de la gorra, y alcanzó a registrar que el pelo era negro y lo llevaba bien cortado.
Salió del escondite arrastrando la pierna agarrotada por las várices. Apretaba en el bolsillo el libro de la Princesa Rusa y no pudo contener un gesto de asombro. Su nombre completo estaba grabado en la cruz, como si fuese el de un tipo cualquiera, de esos que tienen familia y un domicilio conocido. Sacudido por la sorpresa, sólo atinó a quitarse respetuosamente el sombrero y a levantar la corona caída en el barro.
No prestaba atención a las voces que cantaban los versos de Morrison. Pensó en arrancar la cruz que delataba su identidad pero comprendió que sería inútil ya que el mensaje estaba dirigido a la red y a nadie más le importaba su existencia. Pero, ¿por qué El Pampero había decidido matarlo así? ¿Por qué no lo habían liquidado de verdad como hacían los ingleses que empujaban a los suyos bajo las ruedas del subte, o los alemanes que aparecían flotando en el Sena después de una noche de juerga? ¿Lo consideraban tan insignificante que ni siquiera merecía que le dispararan una bala en la nuca? Acomodó la corona y se dijo que lo mejor sería esconderse en alguna parte y esperar nuevas instrucciones. Después de todo, el Jefe le había dicho que él sería el ojo de la patria en las puertas del infierno. Quizás esa noche en el Refugio alguien sentiría un poco de pena por él, aunque no estaba seguro. Cerca, dos viejos limpiaban un cantero y arrojaban flores marchitas en el cesto de la basura. Antes de irse Carré se agachó a despegar el chicle con las marcas de los dientes del cura. Lo envolvió en el pañuelo y juró sobre su propia tumba que no iba a descansar hasta encontrar al hombre que había profanado su última morada.